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Dos jovenes, como pudieran ser nuestros protagonistas, Luís y Carlos. |
Hace ya muchos años leí esta historia, dicen que real y lo
creo, pero se repite en tantos colegios y escuelas que pudo haber sucedido en
nuestro propio barrio.
Luís era un chico muy tímido, la razón estaba en el plan de
vida de sus padres, que por su profesión en los últimos años habían cambiado
muchas veces de ciudad, y esto afectaba enormemente a Luís para adaptarse a sus
nuevos compañeros, cada vez que cambiaba le costaba más el cambio y se
encontraba que por ser nuevo, la actitud de sus compañeros era más y más cruel
con él.
Tampoco, la verdad, su físico, enclenque, desfasado en la
moda, con gafas, ayudaba mucho para su estima ante los demás.
Un viernes caminaba Luís cargado de libros, camino de su
casa. Carlos, de su misma edad, se quedó mirándole pensando, este tío tiene que
ser un empollón, ¡mira que llevarse todos los libros en fin de semana para
estudiar!, pero mientras pensaba esto un grupo de chicos de cursos más
inferiores pasaron corriendo junto a él y dándole un fuerte empujón por el
suelo rodó Luís, sus libros, sus gafas, sus penas, sus angustias y sus lágrimas.
Carlos, enfadado en su interior por la actitud de los chicos
se acercó a Luís, le ayudó a incorporarse, le recogió las gafas y le ayudó a
recoger la torre de libros y libretas, todas las del curso.
Al entrar en conversación con “el nuevo” Carlos averiguó que
vivían cerca, y se ofreció a acompañar a su compañero hasta su casa, ya que él,
como el resto de los estudiantes, el fin
de semana dejaban los libros en la taquilla del colegio al no tener trabajos ni
exámenes pendientes ese fin de semana.
Cuando llegaron a la casa de Luís, Carlos se despidió de él,
pero cuando había dado cuatro pasos alejándose, se volvió y le llamó preguntándole
que tenía que hacer ese fin de semana, y al no tener ningún plan concreto le
invitó a un partido y a pasarse el finde con él y sus amigos, y Luís aceptó
gustoso.
El lunes Carlos se encontró al salir de su casa a Luís cargado
con sus libros –que no había tocado- camino del colegio, le pidió la mitad de
ellos para ayudarle, en el Colegio se encontró distinto a otras veces, tenía un
buen amigo, a Carlos que ahora se sentaba junto a él en los salones de las
clases, y a otros amigos y amigas de Carlos que se mostraban amigables con él y
que le tenían ya como parte de su grupo.
Este cambio favoreció en todos los aspectos de Luís, era más
comunicativo, más alegre, mejor estudiante, sacaba siempre notas brillantes y
era paciente con todos sus amigos explicándoles los trabajos que solían hacer
juntos antes de irse a jugar después de las clases. También su look cambió radicalmente, vertía distinto, siempre a la
moda, se peinaba distinto, sus gafas le quedaban way, hasta en ocasiones Carlos
sentía una mezcla entre admiración y celos de su amigo pues era el “rey” de las
chicas.
Cuando llegó el final de los estudios antes de ir a la Universidad, como no
podía ser de otra manera, la clase escogió a Luís para que diera el discurso de
Graduación, que preparó con esmero.
Comenzó el discurso pero sin papeles, y Carlos se quedó con
la boca abierta al ver que lo que narraba su compañero era lo sucedido el día
que se conocieron. Luís explicaba como ese día había pensado coger la pistola
de su padre – ya tenía todo preparado, bala y pistola-, para matarse cuando
llegara a casa, se sentía fuera de lugar, no tenía amigos, el cambio de colegio
frecuente le hacía ser siempre el nuevo y todos se burlaban cruelmente de él, también
contó el porqué cargó ese día con todos sus libros, para evitar a su madre
tener que pasar por su taquilla para recoger sus cosas una vez que él hubiese
muerto, y como la actitud cariñosa de la aparición de Carlos, de cómo le
acompañó cargando con la mitad de sus libros, de la invitación que le hizo para
ese fin de semana le había salvado la vida. Carlos, como muchos de sus amigos
estaba llorando, pero se sentía mal, pues todas las miradas se dirigían a él,
también la de los padres de Luís que, a pesar de sus lágrimas mostraban un gran
cariño y admiración por el mejor amigo de su hijo y que como él descubrían en
ese momento los terribles planes que tenía
su hijo para dejar la vida y de cómo eso gracias a Dios quedó atrás. Gracias a
un buen amigo, que con su actitud hace realidad lo que la misma Palabra de Dios
dice al respecto: “El que encuentra un buen amigo, encuentra un tesoro”.
Este hecho nos recuerda que adolescentes y jóvenes pueden
ser muy vulnerables ante las actitudes crueles de sus compañeros y de cómo los
padres, maestros y amigos han de preocuparse bastante más, para evitar que
otros chicos caigan en la fatalidad, y vean cómo las buenas amistades son
siempre ayuda positiva para los chicos y las chicas.
No hay cosa peor que la soledad, esta puede destruir las
murallas más fuertes, luchemos por compartir y acompañar en el camino de
nuestra vida y no olvidemos que si esta soledad hace estragos en los jóvenes,
también sucede lo mismo en la ancianidad, quizás por eso de que al ser mayores
nos hacemos más como niños.
Que lo paséis y lo comuniquéis con vuestros amigos para que evitéis
que nadie se quede solo en vuestra clase o entre vuestros vecinos, la amistad
beneficia a todos, si tu ofreces tu amistad y es aceptada tu eres el primero en
enriquecerte.
Un saludo amigable y fraterno.
Fr. Francisco García, OP
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Detrás de cada gesto de amor en el ser humano está Jesús por
medio. No importan los clavos que hemos puesto en sus taladradas manos, sólo
importa la capacidad que Dios nos da de superar nuestras propias miserias.
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