Este gozo que nos une y fortalece no es gozo en la espera del que viene, sino del que ya está en cada uno de nosotros, del que habita en nuestros corazones. Del Espíritu que nos unge, regenera, sin distinción de personas, del Espíritu que ama a todos y está en todos.
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
De pronto vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que, separándose, se fueron posando sobre cada uno de ellos; y quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse"
(Hch 2, 1-4).
Una vez terminadas las celebraciones de la Eucaristía en la Vigilia y misas dominicales impondré las manos a todos los feligreses, para que todos nos hagamos partícipes de esta efusión de gracia y amor del Espíritu que se nos da, se nos regala como auténtico DON de Dios.
De la mano de María, nuestra Madre del Rosario, caminamos alegres y dichosos con la confianza que nos da el sabernos sostenidos por la fuerza de su amor. Ella nos acompaña, está presente en nuestro corazón y en nuestro barrio del Perchel. Nuestro Pentecostés es y será siempre con Ella, está en nuestras vidas, en nuestro peregrinar hacia la casa del Padre, y en la barca de la Iglesia, que pese a las tormentas de la vida, se mantiene a flote, porque va animada por el alentador soplo del Espíritu.
Secuencia:
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre, don, en tus dones espléndido.
Fuente del mayor consuelo.
Padre amoroso del pobre, don, en tus dones espléndido.
Fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo.
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas,
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
Si tu le faltas por dentro;
mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma al Espíritu indómito,
guía el que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.
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