Recuerdos
del Rocío:
Han
pasado los años, que aunque viviendo en la bendita tierra andaluza
he estado desvinculado del Rocío. Fue en Jerez, al año siguiente de
venir de Puerto Rico, ese año el P. Cuenca había enfermado y no
podía ir ala Aldea con los rocieros de Jerez.
Como
era de costumbre el Sr. Obispo celebró en Santo Domingo una
multitudinaria misa, se celebraba la salida, al concluir hicimos
lasalida, impresionante, magnífica, solemne, llena de colorido y de
algarabía. Los cantos se oían por doquier, y la emoción estaba en
cada persona, parecía estar también hasta. en los caballos.
Recuerdo de ese año que a un policía se le encabritó un caballo y
hasta lograr tranquilizado nos dío a muchos un gran susto.
Casi
a la salida de Jerez una parada obligatoria, en un hospital, donde
los enfermos, médicos y enfermeras salieron a saludar el Simpecado
jerezano, y después de esto ya simplemente carretera.
En
el camino alegría y compartir, sobre todo compartir, allí nadie
pasaba hambre, todo el mundo compartía comida con todos, comida y el
buen vino blanco que no faltaba. Pero el camino era algo más que
mera alegría festiba, era tampien paz, ilusión, esperanza, sobre
todso eso, mucha esperanza, la esperanza de ellar hasta la Casa de la
Madre en la Aldea, y en las noches serenas del camino el rezo del
Rosario, el amor a la Madre, la fe. El Rocío no es sólamentw lo que
aparace tantas veces en la Tv. El folclore, el chismorreo de los
famosos, es mucho más que tosdo eso, es hasta derramar lágrimas de
devoción, de fe y de amor a la Madre Santísima.
Que
me pregunten a mí, que una vez que llegamos a la Aldea no me podía
desprender del confesonario, alguien me vio con el hábito en el
Templo Mariano y me pidió confesión, alguien, no recuerdo ya quien
era fue a rescatarme, para que pudiera comer, horas confesando sin
parar, filas de gente que el amor a la Madre del Rocío regaba su
alma y motivaba su vida para arrancar de Dios el perdón por sus
pecados y los buenos propósitos de la enmienda, sí, eso, aunque no
se diga también es El Rocío.
Y
luego, lo ya conocido, el salto de la reja, la Procesión
interminable, el Paso de la Virgen por la Casa de Jerez, yo, allí, a
hombros de cuatro gigantones jerezanos hablando a la Virgen, bueno,
más bien gritando, pues aquello era apoteósico, y la Virgen que se
posa en el suelo y la multitud que no dejaba de aclamar, de gritar,
de llorar, de pasar sus niños por el manto, de pedirle cosas, de
implorar.
Otro
momento de ese gran día de Pentecostés fue la misa
primera,multitudinaria también, que por ser el Dominico de Jerez me
correspondía presidir y predicar a mí, recuerdo que terminada la
celebración me encontré con Monseñor Juan del Río, entonces
Obispo de Jerez que me felicitó por mi homilía, me quedé
“asustado” cuando me dijeron que la misa se había transmitido en
Tv para toda Andalucía.
Pero
fuera de todo lo espiritual el momento de más alegría para mí
quizás fue el hecho de sentir la sensación de la alegría de los
Rocieros Jerezanos por mi trabajo realizado en esas jornadas y
plasmado en una noche de “celebración” cuando me pidieron que
aceptara el ser bautizado en el Rocío, experiencia única que
entraña un gran valor de afecto y compañerismo.
Sí,
en estos días, habiendo pasado ya 12 años de esa experiencia añoro
el Rocío, y tanto en Granada como luego en Málaga, cada año,
miraba con cierta envidia las caravanas inmensas que partían con
rumbo hacia la Aldea.
En
esta semana se vive esta experiencia, y en esta semana intento estar
con mi pensamiento y mi corazón en ese santuario de fe y devoción y
de experiencia de religiosidad popular que es centro para muchos
andaluces y es de fama internacional.
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