Del
linaje de David, María nos viene hoy a decir a nosotros los cristianos que
asumamos responsabilidades, que somos descendientes de un linaje divino, somos
hijos de un Dios de amor y de misericordia y tenemos que actuar en
consecuencia.
Ella
la elegida se muestra en todo pobre y humilde y Cristo en su vida nos dice el
Evangelio “no tiene ni donde reclinar la cabeza”
En esa vida apostólica cuando se encentra con un joven bueno, de esos que son
cumplidores y cabales le pide que venda su hacienda y de lo que saque a los
pobres, que viva su misma pobreza, pero esto era muy fuerte para el joven
bueno, pues dice el Evangelio que era muy rico.
El
que seamos de linaje divino nos obliga a andar por la vida, y así lo vemos en
el Evangelio de este domingo, con dignidad, dándonos con generosidad y
trabajando en la Iglesia
del Señor con amor.
Nuestra
peor desgracia sería en estos tiempos que vivimos que nos sorprenda el letargo
anestesista del veneno de la apatía, la ceguera, el mutismo y tantos otros
males que viven muchos cristiano y no nos dejemos encontrar con el Señor que
también quiere pasar por nuestro camino para curar nuestras cegueras y soltar
nuestras lenguas.
Tenemos
la clave para una vida piadosa y sana en la lectura del Apóstol Santiago: Mostremos
al mundo nuestra fe, en comunión con el Papa, con los Pastores, con toda la Iglesia, pero luchemos
desde nuestra propia vida para mostrar al mundo que no cree un camino que lleva
a Dios y que da paz al corazón.
Esto
no será posible hasta que las obras de los cristianos sean coherentes con la fe
que profesamos, hasta que seamos radicales en el cumplimiento del Evangelio,
hasta que no desterremos de nuestro entorno ese cumplo y miento, que quizás en
tiempos pasados podría hacerse creíble con el engaño de ir a misa o de dar una
limosna, pero que ahora en este tiempo presente no pasa, ya no se engaña a
nadie, o somos o no somos, pero para ser cristianos mediocres mejor no ser nada.
La Misa, las limosnas, el amor fraterno tiene que ser una
respuesta gozosa del amor que tenemos en nuestro corazón a nuestro Redentor,
del amor que Dios nos ha dado y nosotros agrandamos en la vida cotidiana, de un
amor sacrificado y donado como el amor de la Madre del cielo, de ese amor que en un mundo de
oscuridades de vez en cuando se ve en noticias, en la tele, de gente buena que
hace cosas por los demás, que no se queda en esta crisis contemplando su pena
sino que saca fuerzas para que en medio de lo que tiene y padece ser consciente
de que otros necesitan más porque tienen menos o porque sufren mas.
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