Puerta de la iglesia de las Dominicas.
Hoy
he celebrado la Eucaristía
en el Monasterio de las Madres Dominicas de la calle de Zafra, las he hablado
del Camino del Señor, que no es nada fácil, como no fue fácil para el Señor
iniciar ese camino, el de la Cruz. Por
eso Pedro increpó al Señor y por eso el Señor increpó a Pedro con esas palabras
duras a nuestros oídos: “apártate de mi
Satanás…” pues eran palabras tentadoras, de búsqueda de otra solución para la
redención humana que no pasara por el sacrificio, por el plan del Padre.
También
la Palabra de
este domingo, siguiendo a Santiago nos habla de la fe y de las obras, de cómo la
fe sin obras es algo muerto y las obras según el Evangelio es algo así como el
termómetro que mide nuestra fe. Y de lo necesario para nosotros de pedir con
humildad al señor que aumente la fe, que no es una virtud que tengamos por ser
nosotros quien somos, sino un don, un regalo que Dios ha puesto en nosotros y
que nosotros tenemos que alimentar.
En
el Evangelio vemos que Jesús nos hace pensar como aquellos que le seguían que
el cristianismo no consiste en seguir a un Mesías milagrero, sin más bien
seguir un camino de vida que pasa siempre por la cruz, y que tenemos que afrontar
como Él afrontó.
Camini empedrado, típico de Granada.
En
este tiempo en que vivimos se hace más urgente dar una respuesta exigente de
nuestra fe, y una muestra palpable de solidaridad de unos con otros a la hora
de cargar con nuestras cruces.
No
podemos hacer bueno ni conformarnos con este mundo tan desigual. No podemos
aceptar que unos pocos hagan tan poderoso alarde de riqueza y poderío mientras
que tantos sufren las consecuencias de la crisis, del hambre, de la pobreza, de
la miseria humana.
Sí,
como dice el Gobierno hacen falta reformas, pero no es aceptable que esas
reformas recaigan sobre los mismos. No puede ser hacer de nuestro mundo un
mundo dividido entre unos pobres y otros ricos, hay que compartir las cruces.
Junto al Río Darro, camino de las Dominicas.
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