UN “ADVIENTO POBRE” NO TIENE QUE SER UN “POBRE ADVIENTO”
Unidos desde nuestra pobreza a Cristo y a los hombres:
En este año de crisis económica bueno es recordar los principios
de nuestra Iglesia, y yo como dominico, los de mi propia Orden, que con la
viveza de la fe, desde la pobreza evangélica, nuestro Padre Santo Domingo nos
alentó a preparar una morada a Cristo Redentor en nuestro Corazón.
Pues ¿Qué otra cosa es el Adviento, sino prepararnos para el
Nacimiento del Señor?, o ¿Qué manera de preparar esa venida del Señor sería sin
antes limpiar bien primero nuestra “casa” de toda suciedad para que cuando Él llegue la
encuentre bien dispuesta?.
La Iglesia ve en Santo
Domingo de Guzmán un hombre de Dios, luchando en su vida para hacer que los días
de los cristianos sean siempre un “advenimiento” de este Redentor a nuestras
propias vidas. Un advenimiento diario, pues necesitamos en todo tiempo y lugar
estar bíen dispuestos para esperar su venida. Advenimiento porque no sabemos el
día y la hora en el que el Señor nos mande llamar y si estaremos o no con la
preparación adecuada para nuestro encuentro con Él.
La sabiduría de nuestra madre la Iglesia nos pone estos
tiempos fuertes para que seamos capaces de romper con el peligro que supone
para el cristiano la dichosa rutina, y viviendo el día a día de nuestra vida,
nos abramos a Cristo el Señor que viene, que ya está con nosotros, que habita
en el corazón sencillo y humilde que hace de su interior ese “pesebre de Belén”
para acogerle sin el frío gélido de aquellos habitantes de la Ciudad de David, que
sumergidos en su propia vida y sus propias preocupaciones se les “escapó” la
oportunidad de recibir en sus casas y en sus corazones al niño Dios encarnado y
llamando a sus puertas desde la desesperación de un padre José y una madre María
que veían en sus propias carnes la desazón de un mundo egoísta que solamente mira
hacia dentro, sin ser conscientes de lo que sucede a su alrededor.
Por tal motivo, las órdenes religiosas y la misma Iglesia nos
aconsejan a vivir la vida más hacia los demás, y no encerrados en nosotros
mismos, siendo conscientes de las circunstancias que vive nuestro mundo y
siendo solidarios con ellas.
Esa pobreza evangélica no conlleva renunciar a todo, sino más bien
a saber vivir desprendido de las cosas, tengas más o tengas menos, para así
agradar a Dios.
Se puede dar el caso que una persona muy rica sea capaz de vivir
la pobreza evangélica, y una muy pobre, desde su egoísmo sea incapaz de lograr
los frutos espirituales que pudiera conseguir si tuviera un corazón desprendido
en vez de miserable.
«Santo Domingo y sus frailes, queriendo imitar la vida de los Apóstoles,
los cuales sin oro ni plata ni dinero anunciaban el reino de Dios, propusieron,
conforme a las exigencias del apostolado de su época, no tener posesiones ni
rentas ni dinero y, a la vez que se predicaba el mensaje evangélico, se
mendigase cada día el pan de la comunidad. Esta fue la pobreza apostólica en
los principios de la Orden
y este espíritu debe inspirarnos en conformidad a las diversas circunstancias
de tiempo y lugares» (LCO, n. 30).
«Escuchando al Señor que dice: "Si quieres llegar hasta el final,
vende lo que tienes, da el dinero a los pobres, y luego vente conmigo" (Mt
19, 21), nosotros hemos decidido ser pobres realmente y de espíritu para que,
mientras nos esforzamos en liberar a los demás de la esclavitud de la riqueza y
orientarlos a los bienes celestiales, nosotros mismos venzamos la codicia,
conformándonos a Cristo que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre para que
nosotros con su pobreza nos hagamos ricos» (Cf. 2 Co 8,
Vivamos con alegría esta riqueza que es para todos
nosotros este tiempo litúrgico del Adviento, este tiempo si tiene que destacar
por algo ha de ser por un progresivo esfuerzo, que iluminados por Dios y por su
Palabra, vaya encendiendo en nuestras almas la antorcha de la fe.
Este progreso se ve plasmado en la Corona del Adviento, que
simboliza el avance en nuestro camino hacia la Navidad, hacia Dios con
nosotros.
La Corona de Adviento: En la
Navidad, entre otras cosas y detalles suelen adornarse las
casas con coronas floridas y hermosas colocadas en puertas y paredes, para que
destaque la alegría de las fiestas. En el Adviento ya empezamos a vivir la Navidad, que llega pero
que aún no, por eso se coloca una corona verde y cuatro cirios, de
colores distintos, Cada semana se va encendiendo un cirio, significando que el
avance de nuestra preparación para la Navidad ha de ser pausado pero progresivo, no de
un tirón, y sí cada día avanzando algo, hasta llegar a la gran fiesta de la Navidad.
Amigos míos, que este anhelado progreso en este año
de la FE se de en
cada uno de ustedes, de vosotros, y nos conduzca a todos a esa plenitud que solamente
el hombre puede alcanzar cuando está radiante del esplendor de Cristo en
nuestra vida.
Que tengais un feliz tiempo del ADVIENTO.
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