DOMINGO VII DEL TIEMPO
ORDINARIO. CICLO “a”.
Un domingo más nos reunimos
queridos hermanos en torno a la
Palabra , una Palabra dirigida a cada uno de nosotros con un
propósito: llenar nuestro corazón de su amor y su paz.
El es el modelo de su Pueblo,
no ya aquel pueblo de Israel, y sí el nuevo pueblo de Reyes, el Pueblo de Dios,
la Gran Asamblea
Santa, este Pueblo Sacerdotal. El en su acercamiento al hombre determina como
ha de ser la relación entre los hermanos, de lo necio de nuestra sabiduría si
no está en Él, ya que el hombre si no está en Cristo y con Cristo no está en
Dios y con Dios.
Lectura del libro del Levítico 19,
1-2. 17-18
El Señor habló a Moisés:
- «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles:
"Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente, para que no cargues tú con su pecado.
No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Yo soy el Señor."»
- «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles:
"Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente, para que no cargues tú con su pecado.
No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Yo soy el Señor."»
En esta primera lectura se
nos habla de la Ley
de Santidad, tratando de modelar el orden humano a partir de la santidad de
Dios. Nos dice que el supremo trato de unos a otros no es otro que el amor. Ese
amor gratuito, sin condiciones, amor grande, generoso, sin medidas ni
mezquindad, amor al estilo del mismo amor generoso de Dios para con nosotros.
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los Corintios 3, 16-23
Hermanos:
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.
San Pablo nos recuerda a
todos nosotros lo importante que somos para Dios, cada uno de nosotros somos un
templo Santo, que tenemos que amar y cuidar, pues de lo contrario ofendemos a
Dios nuestro Padre y Creador.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo 5, 38-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica; dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.
Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
- «Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica; dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.
Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
El
Evangelio de este 7º Domingo nos enseña que la santidad, la plenitud de la
santidad está en Dios, Él es la fuente original de esa plenitud de gracia y
santidad que llega al hombre que es capaz de acoger con amor su Palabra y
hacerla vida en nuestro interior, manifestada en el amor a nuestros hermanos,
en esa relación continua y constante de unos para con los otros.
Él
es la fuerza de nuestra inspiración, y seremos más de Él, estaremos más cerca
de él en la medida de que caminemos hacia Él. “Yo soy el Camino…” el camino que
es cristo solamente se puede recorrer bajo su LEY, su MANDATO: EL AMOR.
“Sólo
el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mi y a lo mucho que
me ama” nos recuerda el Papa Emérito. El mal no podemos vencerlo haciendo más
daño, para vencer el mal hay que sacarlo de raiz de nosotros, eso solamente se
logra amando y perdonando.
¿Pero
como podemos lograr vencer al mal?, según Jesús sólo podrá ser teniendo
nosotros los cristianos un gran dominio interior y ser conscientes que nos
dejamos regir únicamente por la ley del amor.
Esta
enseñanza del Señor no es otra que la enseñanza de la Cruz. Cristo llega a la Cruz únicamente por amor,
evitando todo tipo de violencia, perdonando desde ella a todos, acogiendo con
amor a la Humanidad
entera. Este amor es el que no engaña, no defrauda.
Complicado
para nosotros es el mensaje evangélico si no somos capaces de esforzarnos por
querer entender a Cristo el Señor y más complicado ha de ser alcanzar la
salvación si no dejamos que la
Fuerza del Espíritu Santo ilumine nuestros corazones para que
poniendo más nuestra esperanza en Él que en nuestros propios conocimientos y méritos
personales, alcancemos el premio de la feliz eternidad en su Reino.
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