¡Despierta, tú
que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz!
Lectura del primer libro de Samuel
16,1b.6-7.10-13a:
En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: «Llena la cuerna
de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos
me he elegido un rey.»
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Efesios 5,8-14:
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor.
Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la
luz–, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles
de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar
las cosas que ellos hacen a escondidas…
Lectura del santo evangelio según san Juan
9,1.6-9.13-17.34-38:
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de
nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los
ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa
Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
DOMINGO LAETARE |
El barro. Quien camina por los caminos de
la vida termina embarrándose, pero quien no sale de casa por miedo a mancharse
se queda sin recorrer el camino de nuestra peregrinación hacia la casa del
Padre, el barro es por tanto un riesgo en nuestra vida. La vida está llena de
riesgos, no podemos encerrarnos por miedo a ellos, tenemos que caminar alegres
aunque sabemos que el hecho de salir, de caminar, de hacer la peregrinación
hacia la Casa de
Dios pueda dejarnos manchas en el camino, demos tropezones o por cualquier
motivo interno de cada persona abandonemos el camino para seguir otros caminos
que no van a ninguna parte, sí, es un riesgo, pero merece la pena correr
riesgos, y más cuando tenemos a un Dios que es amor y Misericordia que perdona
siempre sin cansarse nunca de nuestras faltas y pecados.
Pero el BARRO aquí, en este Evangelio
tiene otra connotación, Dios Creó al HOMBRE de barro. Por tanto Cristo el Señor
ante el ciego de nacimiento está haciendo una nueva creación, hace de él un
nuevo hombre, como hace con cada uno de nosotros cuando acudimos a Él y nos
arrepentimos de nuestros pecados, cuando recibimos la absolución Dios hace de
nosotros nuevas criaturas, somos hombres y mujeres nuevos.
Este evangelio nos presenta también una
paradoja, la mentalidad judía veía como consecuencia del pecado toda enfermedad
y todo mal, por eso tratan los fariseos, siempre considerados como “puros” y “santos”
con desprecio al ciego de nacimiento y más en relación a ellos que son
cumplidores de la Ley
de Dios, no solamente desprecian al ciego por haber sido curado en sábado,
desprecian al mismo Jesús por haber hecho el barro que curó al ciego. La hipocresía
es en sí el mayor pecado, Cristo insiste una y otra vez en la necesidad de ser
sencillos, en no mostrarnos orgullosos ni dejarnos dominar por la soberbia, el
que se enaltece será humillado, el que se humilla será enaltecido, Dios
enaltece al pobre ciego de nacimiento, mientras que los que se tienen por “justos”
y miran su miseria con desprecio son humillados por el Señor, y son sus pecados
los que quedan al descubierto, mientras que el ciego queda justificado por su
Fe en Jesús.
Para estar en esta línea que nos marca el
Señor, el Apóstol nos invita a caminar como hijos de la luz, dejándonos llenar
de la bondad, el amor, la gracia, la fe que viene de Dios y apartarnos de todo
pecado que encadena al hombre y lo lleva a la destrucción.
Demos gracias al Señor, en este cuarto
domingo de Cuaresma, domingo “laetare”, porque el Señor nos ha llamado, nos ha
elegido, nos ha buscado a cada uno de nosotros, nos ha ungido como a David,
para ser reyes en su nuevo reino, no para ser esclavos del pecado y arrastrar
las cadenas de su esclavitud, así que hagamos nuestra peregrinación cuaresmal
con la cabeza bien alta pues somos por Él liberados, hechos nueva creación,
arrancados del maligno para vivir en la Gracia de Dios.
Por favor, ayúdeme, soy ciego
Había
un hombre sentado en la esquina de una calle, con una gorra a sus pies y un
pedazo de madera que, escrito con tiza blanca, decía:
“Por favor, ayúdame, soy ciego”
Un creativo de publicidad que iba de camino al trabajo se detuvo frente a él, leyó el letrero y se quedó pensativo. El ejecutivo observó que sólo había unas cuantas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso, cogió el cartel, le dio la vuelta, tomó una tiza y escribió otra frase en la parte de detrás. A continuación volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego, y se marchó sin decir una palabra.
Por la tarde, el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna. Su gorra estaba llena de billetes y monedas. El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él quien había cogido su cartel y había garabateado en él.
- “¿Qué es lo que usted ha escrito o pintado en mi tabla?”, le preguntó con curiosidad el invidente.
El publicista le contestó:
- “Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, aunque está expresado con otras palabras”.
El publicista sonrió y continuó su camino.
El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel rezaba:
“Hoy es primavera, y no puedo verla”
“Por favor, ayúdame, soy ciego”
Un creativo de publicidad que iba de camino al trabajo se detuvo frente a él, leyó el letrero y se quedó pensativo. El ejecutivo observó que sólo había unas cuantas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso, cogió el cartel, le dio la vuelta, tomó una tiza y escribió otra frase en la parte de detrás. A continuación volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego, y se marchó sin decir una palabra.
Por la tarde, el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna. Su gorra estaba llena de billetes y monedas. El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él quien había cogido su cartel y había garabateado en él.
- “¿Qué es lo que usted ha escrito o pintado en mi tabla?”, le preguntó con curiosidad el invidente.
El publicista le contestó:
- “Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, aunque está expresado con otras palabras”.
El publicista sonrió y continuó su camino.
El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel rezaba:
“Hoy es primavera, y no puedo verla”
La Palabra de Dios nos invita a hacer las cosas nuevas, es más, a hacernos a nosotros mismos nuevos, como Jesús hoy en el Evangelio, al hacer barro realiza una nueva CREACIÓN para el ciego de nacimiento. Nosotros podemos dejarnos, como el barro, moldear por el Alfarero que es Jesús, y aunque esa Creación que un día fuimos, se pueda mostrar maltrecha, dejarnos hacer o rehacer por su Gracia. Con Él lo podemos todo.
ResponderEliminarPero para estar en su gracia tenemos que ser sencillos, humildes no engreídos y egoístas:
¿Qué o cómo queremos ser?
Aquel que conoce a los otros es un sabio,
Aquel que se conoce a sí mismo es un iluminado,
Aquel que vence a los otros es fuerte,
Aquel que se vence a sí mismo es poderoso,
Aquel que conoce la alegría es rico,
Aquel que conserva su camino tiene voluntad.
Sé humilde, y permanecerás íntegro,
Inclínate, y permanecerás erguido,
Vacíate, y permanecerás repleto,
Gástate, y permanecerás nuevo.
El sabio no se exhibe, y por eso brilla,
No se hace notar, y por eso es notado,
No se elogia, y por eso tiene mérito,
Y porque no está compitiendo, nadie en el mundo
puede competir con él.