Tato el Obispo como el Presbítero que colabora con él han de ser por encima de todo pastores del pueblo de Dios. Ser Pastor es ser cercano al rebaño, es querer al rebaño, a todo el rebaño, es preocuparse por él, por su situación, por su fe.
Recuerdo estando yo en Puerto Rico, un verano que regresé a España, visité a los Dominicos de Montesclaros (Cantabria) y me encontré al ya anciano P. Dasio -creo era él- llorando mientras caminaba por el frío claustro conventual, le pregunté que pasaba y me contestó: "Una desgracia muy grande, ven conmigo a consolar a la familia", entramos en una casuca pobre, muy pobre y allí estaba toda la familia reunida y llorando. Creo que quedé desconcertado, yo buscaba a alguien muerto y no le encontré, de regreso le pregunto al padre y me dijo que no había muerto, que la desgracia era que el tren había atropellado a tres vacas de esa familia y las había matado, pero que no era solamente la muerte de las vacas que ya era una gran desgracia para una familia que vivía solo de cinco vacas, la desgracia era la multa que tendrían que pagar a la FEVE por haberse metido los animales en la vía del tren.
La foto corresponde al día que Monseñor Cirarda toma posesión del obispado de Santander. Recuerdo de él tanto en Santander como siendo Arzobispo de Pamplona ser un hombre acogedor, cariñoso, cercano, amigo de visitar a las parroquias. Cuan dividió la gran parroquia de San Roque a la que yo pertenecía aunque nunca vimos a su párroco, hizo de un bajo una humilde parroquia en mi barrio, y el día que la bendijo y consagró no se por qué se acercó a mí, que tenía en brazos a mi hermana pequeña de dos años, yo tenía 17, a punto de entrar en la Orden, me pidió que le hablara del Barrio, cogió a mi hermana en sus brazos y escuchando mis explicaciones así entró en la nueva parroquia. Es el que hizo en Santander más parroquias que nadie, al añadir los templos de los religiosos como centros parroquiales. Como pasa siempre, querido por muchos, odiado por otros, pero un gran Obispo y un gran Pastor. Por cierto, aquellos que le odiaban no eran buenos pastores, de eso yo si puedo dar fe.
La foto corresponde al día que Monseñor Cirarda toma posesión del obispado de Santander. Recuerdo de él tanto en Santander como siendo Arzobispo de Pamplona ser un hombre acogedor, cariñoso, cercano, amigo de visitar a las parroquias. Cuan dividió la gran parroquia de San Roque a la que yo pertenecía aunque nunca vimos a su párroco, hizo de un bajo una humilde parroquia en mi barrio, y el día que la bendijo y consagró no se por qué se acercó a mí, que tenía en brazos a mi hermana pequeña de dos años, yo tenía 17, a punto de entrar en la Orden, me pidió que le hablara del Barrio, cogió a mi hermana en sus brazos y escuchando mis explicaciones así entró en la nueva parroquia. Es el que hizo en Santander más parroquias que nadie, al añadir los templos de los religiosos como centros parroquiales. Como pasa siempre, querido por muchos, odiado por otros, pero un gran Obispo y un gran Pastor. Por cierto, aquellos que le odiaban no eran buenos pastores, de eso yo si puedo dar fe.
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