¿Qué
me dicen las lecturas?
El
Señor nos llama a la conversión, nos llama a revisar nuestros caminos, nos
quiere para Él y por eso nos dice que nuestro momento es apremiante, es el
momento de hacer las cosas muevas, de poner nuestro espíritu y nuestro corazón
en todo, pues ese todo de nuestras vidas está en Él, Él no es el complemento
del todo, nosotros, nuestra vida, nuestras cosas es el complemento de ese TODO
que es Dios.
Pero
esa llamada conlleva una conversión, y convertirse es cambiar, no es seguir
siempre igual, siempre con las mismas historias, siempre poniendo disculpas
porque no llegamos a tiempo, no llegamos a Él. Esa conversión tiene que ser
radical y de cada día, nadie se convierte para “toda una vida”, necesitamos una
conversión de casa día, como también necesitamos un examen de nuestra
conciencia cada día con un decidido propósito de ser mejores, de corregir
nuestros fallos, de ser más fieles al Señor.
Como
a los Apóstoles Él nos llama A SEGUIRLE, DEJANDO NUESTRAS REDES. Esa es la
clave: dejar lo nuestro, dejar el egoísmo, dejar la avaricia, dejar los “ídolos
de nuestra vida” para seguirle a Él, que quien le quiera seguir a de saber que
precisa estar ligero de equipaje, no podemos arrastrar nuestras cadenas, el
seguir a Jesús implica caminar mucho, caminar todos los días, cargando nuestra
cruz y a la vez ayudando a los demás –aquellos que no pueden- a cargar sus
propias cruces, pues el cristiano que no comparte la vida, que busca sólo la
salvación se hunde en el pantano de su miseria por que no ha comprendido que
seguir a Jesús es formar familia, es unificar, es aunar esfuerzos, lo contrario
de esto no es del Señor, es más, va contra Él. Contra la esencia de su Santo Espíritu.
Como
vemos en el Salmo este camino del Señor está diseñado solamente para la gente
humilde, el hombre soberbio no puede verlo, la ceguera es tal que le impide ver
más allá de sí mismo. Que sepamos dar una respuesta agradable a Dios con
nuestras vidas, que la Palabra
de este Domingo tercero del tiempo ordinario nos de la fuerza para vivir
nuestro compromiso cristiano con profunda alegría y acierto. Si somos fieles
sabemos que Él permanece con nosotros y nosotros estaremos con Él.
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