“JESÚS
DIJO AL CIEGO: ANDA, TU FE TE HA CURADO”
Este
Evangelio, lo mismo que las otras lecturas y el Salmo nos habla del camino, esa
peregrinación del Hombre al encuentro del Señor que sale a recibirnos, sale, se
abaja de su cielo para llegar al hombre, liberarlo y así fundirse con él en un
cariñoso y paternal abrazo.
Camino
el de los deportados que regresan a Israel, el Señor les dará una tierra llana
para que no tropiecen, para que regresen y puedan habitar de nuevo en la tierra
que Dios dio a sus padres, pero poscausa del pecado y del abandono de la Ley de Dios, el hombre fue
condenado a la deportación, pero el Señor los reunirá de nuevo y como vemos en
el Salmo, el regreso es un canto de liberación, un canto de alegría porque
vamos al encuentro del Señor.
Es
también un camino el que nos ofrece el Señor a nosotros, un camino de
reconciliación. Tenemos para nuestra liberación y reconciliación un sacramento,
el del perdón, que por medio de hombres pecadores, que somos los sacerdotes, comprenderemos
a otros pecadores para ofrecerles esa reconciliación con Dios. Todos estamos
llamados a buscar el perdón porque todos tenemos el mal en nuestro interior y
tenemos que salir de él para vivir en gracia de Dios.
Por
último, el Evangelio de Marcos, 10, 46-52, nos presenta toda una catequesis
para poder llegar a Jesús. Él, cos sus discípulos también está en Camino, habían
salido de Jericó y se dirigían a Jerusalén, al borde del camino estaba el ciego
Bartimeo pidiendo limosna. Al enterarse que es Jesús el que pasa grita y grita
con insistencia, no hace caso de aquellos que le mandan callar, grita aún más
fuerte y el Señor lo llama. Le dicen: levántate, te llama. Soltó el manto, dio
un salto y se acercó a Jesús.
Estaba
como tantos de nosotros ciego y al borde del camino, envuelto en su manto, en
su mundo, en sus miserias, en sus esclavitudes, en sus propios pecados, para
llegar a Jesús tenemos que ser libres, desprendernos de lo que nos rodea, de
nuestros mantos, de nuestras cosas, de nuestras propias maldades, tenemos que
ser LIBRES…
Pero
este paso del pecado a la gracia, de nosotros a Jesús, no se realiza sin un
esfuerzo, incluso hacernos violencia, ese “dio un salto” es desprenderse de sus
escamas de pecado, es liberarse de sí mismo, es querer dejar atrás una vida de
ceguera y ver la realidad que Dios presenta al Hombre, es un sacrificio, y un
sacrificio no lo es si no hay voluntad, si no hay esfuerzo,
Que
seamos capaces de esforzarnos también nosotros y a la luz de la Palabra de Dios que
escuchamos este Domingo, podamos tener el coraje y la valentía de buscar ante
todo nuestra libertad, la auténtica, eso lo lograremos si examinamos seriamente
nuestra conciencia y llegamos a la convicción de ver nuestras cegueras y la
necesidad de curarnos, solo el Señor puede curarnos si salimos de nosotros
mismos y acudimos confiados a Él que sana y salva.
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