Según
nos enseñaron de niños en la
CATEQUESIS hay catorce obras de MISERICORDIA: 7 corporales y
7 espirituales.
Cuando
en las obras de Misericordia corporales, en la 7ª decimos: “Enterrar a los
difuntos”. Y en la 7ª obra de Misericordia de las espirituales decimos: “Rezad
a Dios por los vivos y por los difuntos”, no estamos sacando la conclusión de
que cuando se nos muere un familiar, un amigo, vamos al entierro y nos
desentendemos de él, ya no existe. No, estamos ligados de por vida a aquellos
que nos han precedido, que se han sacrificado por nosotros, que nos han dejado
su vida, su amor, su amistad.
Por
eso hoy vamos al cementerio, y llevamos flores, y limpiamos el panteón, pues no
es una devoción, es un deber, una obligación, nuestra conciencia nos obliga a
eso y a más, a una oración, un responso, un recuerdo puestos en la presencia de
Dios por ellos, con la esperanza que algún día otros hagan lo mismo por
nosotros.
Unas
fotos del panteón de los Frailes Dominicos de Granada donde Alejandro y yo
hemos estado esta mañana para limpiar y poner flores frescas.
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