“PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, ALLANAD SUS SENDEROS”
“No miréis la vida desde el
balcón, comprometeos, sumergíos en el amplio dialogo social y político. Las
manos de vuestra fe se levantan hacia el cielo, pero lo hacen mientras edifican
una ciudad construida sobre las relaciones en las que el amor de Dios es el
fundamento. Y así seréis libres de aceptar los desafíos de hoy, de vivir los
cambios de época” (El Papa Francisco en Florencia hace poco tiempo, tomado de Homilías
O.P. de este domingo).
Siempre
se nos presentan dos opciones, quedarnos pasmados mirando como va el mundo o
actuar, trabajar por el cambio, creyendo que otro mundo para vivir nuestra vida
es posible, es decir, trabajar para hacer posible este cambio.
El
cambio que propone la Palabra
de Dios no es otro que facilitar el camino para que Dios pueda actuar en
nosotros, para que Él pueda actuar en y desde nuestro corazón, por eso nos
invita a preparar el camino al Señor, pero ¿cómo?, allanando el camino. Este
allanar el camino no es coger pico y pala y empezar a trazar nuevos caminos,
para eso ya tenemos gente bien preparada en el ministerio de fomento o a quien
le corresponda, nosotros simplemente tenemos que ir quitando aquello de
nuestras vidas en lo que “el otro” pueda tropezar, más aún, ayudar a los otros
a quitar de sus vidas lo que sea motivo de tropiezo para otros, así, de manera
amable, fraterna, amigable, no acercándonos a ellos como nosotros los buenos,
ellos los malos, no, todos tenemos lo nuestro, nuestros fallos, nuestras
imperfecciones, nuestros pecados, todos estamos necesitados de la Misericordia de Dios
y no lo olvidemos nunca, también necesitamos de la misericordia del hermano.
Para
lograr esto escuchemos la primera lectura, que nos habla de envolvernos en el
manto de Dios, es decir, de Dios, despojados de nosotros para vestir de su
gloria, para ver a los demás desde su “altura”, para ver a todos, desde oriente
a occidente retornar a los brazos de nuestro Padre y creador, Él nos llama, nos
reúne, nos congrega. Todos estamos llamados a acudir a Él.
San
Pablo ora con nosotros y al mismo tiempo ora por nosotros, le pida al Señor por
nuestra Comunidad, nuestra Parroquia, nuestra Iglesia Diocesana, por nuestra
Iglesia Católica: “Que vuestra Comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración
y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo
limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo
Jesús, a gloria y alabanza de Dios”.
Es
curioso lo que nos pide San Pablo, dos cosas: “penetración de amor y en
sensibilidad”, la primera necesaria para todo crecimiento, si ese amor de Dios
no penetra, no entra hasta el tuétano, no lo llena todo estamos como terreno
inhóspito, imposible andar por él, que precisa allanarse para abrir caminos. En
cuanto a la sensibilidad creo que cada día tenemos menos, somos muy insensibles
ante los demás, ante sus situaciones, ante los que nos rodean o comparten la
vida con nosotros, en la vida religiosa, en la vida familiar, en la vida
parroquial, en cualquier tipo de comunidad. Y por este camino veo que no vamos
a ninguna parte. Pidamos al Señor esa tan necesaria sensibilidad.
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