"NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE..."
La primera lectura tomada del libro del Deuteronomio
26, 4-10, nos habla de la liberación de Israel por Dios de la opresión y la
esclavitud, ante este gesto misericordioso de Dios el hombre tiene que tener un
corazón agradecido a Dios Padre y Liberador y tiene que aprender a ofrecerle
las primicias ya no del fruto de la tierra, también las del corazón, es decir,
darle a Dios lo bueno que hay en nosotros, darle de lo que somos y tenemos,
pero este “darle a Dios” él no lo quiere para él, claro que quiere nuestro
amor, pero no acepta nuestro amor para él si somos incapaces de dar amor al
pobre, al afligido, al necesitado, si no somos capaces de amar y compartir
entre nosotros ¿cómo vamos a ser capaces de mostrar a Dios que lo amamos y le
damos lo mejor de nosotros mismos?.
La segunda lectura está tomada de la Carta del Apóstol San Pablo
a los Romanos, 10, 8-13.
El Señor nos da una Palabra, -él es la Palabra encarnada- para
que esté en nosotros, en nuestros labios y en nuestro corazón, en los labios
para que no se quede sólo en el corazón y sea hablada, proclamada, compartida.
En el corazón para que sea amada, querida, aceptada, valorada por ti. Esta
Palabra nos dice que nadie que crea quedará defraudado porque no hay distinción
entre unos y otros, es para todos, todos somos iguales.
El Señor no puede admitir que existan otros Señores
absolutos de nuestras vidas, ni siquiera acepta distinciones entre los hombres,
creados por él todos igualmente, pues “uno
mismo y único es el Señor”.
El Evangelio de este Domingo tomado de Lucas, 4,
1-13, nos muestra las tentaciones. Son bien conocidas por todos nosotros. El diablo
le ofrece a Jesús que está retirado en el desierto por 40 días, en su cuaresma,
y tiene hambre: La 1ª “di que estas piedras se conviertan en pan”. La 2ª “Te
daré el poder y la gloria de todo el mundo”. La 3ª “Tírate de aquí abajo”. Es
decir, el diablo le tienta al Señor con la carne, el poder y el orgullo,
tentaciones que el supo rechazar pero que nosotros con mucha frecuencia caemos
y somos derrotados al ser vencidos por el tentador.
Todos los día cuando rezamos la oración que el Señor
nos enseñó pedimos al Padre que nos libre de las tentaciones, no significa esto
que no seamos tentados, si no somos tentados no sabremos nunca cual es nuestra
valía, lo que necesitamos es aprender a vencer las tentaciones, a librarnos
nosotros, por nuestra voluntad de ellas, el Señor nos da muchos medios para
salir vencedores de las pruebas.
“Nuestra vida, en medio de esta peregrinación, no
puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a
través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede
ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si
carece de enemigo y de tentaciones.
¡Cristo tentado por el demonio! Pero en cristo
estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne y de él procedía
para ti la salvación; de ti procedía la muerte para él, y de él para ti la
vida; de ti para él los ultrajes, y de él para tí los honores; en definitiva,
de ti para él la tentación, y de él para ti la victoria.
¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas
en que venció?”.
(De
los comentarios sobre los Salmos de San Agustín).
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