Ciertamente es una gran Basílica, preciosa,
una joya. Pero la grandiosidad de una Basílica, una Catedral, un templo hermoso
como este nuestro de Santo Domingo de Granada no está en sus piedras, sus
vitrales, sus columnas, su estilo, su antigüedad, sus retablos, cuadros y
murales, no está en sus tesoros si es que los tiene o si es el templo entero un
gran tesoro, esa grandiosidad radica en los hombres y mujeres que viven su fe
dentro de sus muros, los hombres y mujeres que son los TEMPLOS VIVOS que el
Señor quiere, como también quiere que nos esforcemos en tener limpia nuestra alma,
morada de Dios en nuestra “casa” y tenerla bien iluminada con la lámpara de las
buenas acciones y una vida santa y sin tacha alguna, que ciertamente alumbre a
aquellos que nos ven y nos vigilan, que puedan decir de nosotros que nos
amamos, que amamos a nuestro prójimo, que somos buenos, compasivos y
misericordiosos como el Señor lo es para con nosotros.
No nos quedemos en lo superficial, en los exvotos,
en el simple arte de los Templos, eso está bien para el turista ateo, nosotros
fijemos más la vista en nuestro interior que en las maravillas hechas por el
hombre aunque estas sean preciosos templos llenos de arte y riqueza. La gloria
más grade del Señor no es estar en un valioso Sagrario, joya de un buenísimo
orfebre, la gloria de Dios es estar en tu corazón, morar en ti, que tu hagas de ti mismo
esa preciosa joya donde Dios habite en ti y así cuando partas de esta vida tu
puedas habitar en su casa por días sin término.
Que Dios te bendiga.
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