Hoy,
día de los fieles difuntos, nosotros los cristianos, dirigimos nuestras
oraciones a Dios por las benditas almas del purgatorio, aquellos que están en
el infierno ya nada podemos hacer por ellos, tampoco nuestras oraciones dan más
santidad a aquellos que están en el cielo, pero los que penan aún por tener
algo que purificar y no han alcanzado el cielo si son ampliamente favorecidos
con nuestras oraciones y sacrificios por ellos.
Nuestros
hermanos que están en el cielo oran ante el Padre constantemente por nosotros,
lo mismo quienes no han alcanzado ese estado de pureza necesaria para estar en
la presencia de Dios.
Esto
nos dice dos cosas muy importantes para el día de hoy y para todos los días de
nuestra vida: 1º: Que tenemos que luchar en la vida, es decir, mientras aún
vivimos, para poder estar en gracia de Dios y podernos purificar de las
secuelas que deja en nuestras almas el pecado, no lo hace todo el confesarse,
la confesión borra o arranca de nuestra alma el pecado, pero quedan secuelas
que han de ser purificadas, limpiadas con ayuno, sacrificios, oraciones; y 2º:
que no tenemos que dejar pasar un solo día sin rezar a Dios, sin elevarle
nuestras súplicas y peticiones por las BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO, ellas no
oran por ellas mismas, oran por nosotros, esperan nuestro recuerdo, nuestro
cariño y nuestra oración, principalmente nuestra oración. La oración más
perfecta para “arrebatar del purgatorio a las almas” es la
Santa Misa , vivida con amor, participando
en ella con el alma limpia, desde que comienza hasta que termina, y en el
momento del ofertorio presentarle a Dios nuestras súplicas por las Almas del
Purgatorio, como se decía en los responsos en Puerto Rico “Para que Dios saque
a las almas de la pena y las lleve a descansar, a su gloria”.
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