Una única
señal nos da el Señor: “La
Virgen está encinta y dará a luz un hijo, le pondrán por
nombre ENMANUEL, que significa: –DIOS CON NOSOTROS-“
¿Qué
más signos podemos necesitar?, Él viene a nosotros, viene en nuestra
naturaleza, a nuestro mundo, viene a nuestro corazón, no se conforma con una
visita rápida, viene para quedarse e idea la manera de quedarse con nosotros
para siempre. Es Dios con nosotros, más aún: Dios en nosotros.
San
Pablo nos habla de nuestra misión. No es solamente aceptar el hecho de que Dios
se abaja para habitar entre nosotros, se trata más bien que aceptemos nuestra
responsabilidad de ser TRESTIGOS del Señor, y uno es testigo si testifica, se
da cuenta con obras y palabras de lo que para nosotros es siempre una novedad,
la presencia de Dios en nuestras vidas, una presencia que nos enriquece de tal
manera que lo mismo que aceptamos la gran gracia que es que Cristo viniera a
nuestro encuentro, mayor aún es lo que nos espera, que allí donde esté el que
es LA CABEZA
estaremos nosotros que somos su cuerpo, el hombre elevado a dignidad tan alta
que el Cristo alcanzamos lo más alto de la Gloria celestial. Todo un lujo si sabemos actuar correctamente
en nuestra vida.
El
Evangelio entre otras cosas, además de anunciarnos el nacimiento de Jesús nos
muestra un personaje más en este proceso que quiso Dios para la Salvación del mundo,
hemos meditado estos días sobre dos grandes personajes: Juan el Bautista, María,
la que se considera ante Dios como su esclava, y hoy San José, que como hombre
humilde y santo hace lo que Dios le pide y acoge con entereza la carga de las
nuevas responsabilidades a las que Dios le llama, que no son pocas, trastocará
totalmente la marcha de su vida, cambiará todo en su entorno, abandonará sus
seguridades para lanzarse a la nueva aventura de una PATERNIDAD que le viene
impuesta por Dios, que le entrega a su propio HIJO para que sea más que un
padre, por él, de él le viene a Jesús ser descendiente de la estirpe de David,
es decir, en San José, por él, cumple Dios las escrituras en lo que al Salvador
del Mundo se refiere, a su Mesías. Bendito sea siempre el gran santo pobre y
humilde San José que supo asumir la voluntad de Dios sin quejarse, supo dejar
la comodidad de su casa y emigrar a Egipto buscando el bien del hijo, supo
abandonar luego lo reconstruido para regresar a otro lugar y empezar de nuevo…
así hasta que Dios lo llamó al lugar de los justos que aguardaban desde el
comienzo de todo el que abriera las puertas de toda mazmorra para gozar de la
paz de Dios, Padre y Creador.
Sin
reconocer el dedo de Dios que le señalaba un camino, José no habría encontrado
esa gracia que le hizo fiarse plenamente de Dios. Lo mismo nos pasa a nosotros
cuando dejamos a un lado ese bagaje que nos envuelve y nos fiamos de Dios, nos
hace nuevos, somos nuevas criaturas, así José se hizo NUEVO TOTALMENTE pues
puso en Dios toda su confianza.
Confiemos
con un corazón siempre animado en Dios, dejémonos transformar por él, que nos
haga nuevos cada día, que nos renueve, que sepamos mirar con amor, fe y
esperanza hacia arriba, seguros que tenemos un Dios que nos da a su Hijo para
que aprendamos y no olvidemos lo cercano que quiere ser nuestro Dios, Padre de
amor y de misericordia. No olvidemos nunca a Dios, que no perdamos la FE , eso sería nuestra mayor
tristeza, nuestra mayor desgracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario