sábado, 8 de abril de 2017

DOMINGO DE RAMOS:




ME AMÓ HASTA DARSE TOTALMENTE Y SE ENTREGÓ POR MÍ.
 GRACIAS SEÑOR.

Con este piadoso recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén, la Iglesia que guarda celosamente el tesoro de la fe, damos comienzo a la celebración y al recuerdo de los momentos más importantes de nuestra redención. La pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Conviene que pensemos en este momento de la entrada de Jesús en Jerusalén. Ya el Evangelio nos advierte que Jesús temía este momento, él sabía muy bien lo que acontecería si se decidía a entrar abiertamente en la Ciudad Santa. Pero con todo él escogió lo anunciado ya por los Profetas para la redención de los hombres.

Pero aquí no está solamente el protagonismo de Jesús, su dolor, la pena de lo que se avecina, aquí está también el dolor de el Padre, auténtico protagonista en el cielo de lo que acontece con el Hijo en la Tierra, pues si grande es el dolor del Hijo que se entrega, mayor ha de ser el dolor del Padre que contempla impotente el sufrimiento del Hijo y no puede hacer nada para apaciguarlo o menguarlo pues en el corazón tiene sobre todo el gran amor por el destino de la HUMANIDAD y es precisamente PADRE e HIJO lo que están buscando con este terrible sufrimiento, la salvación del género humano. La cuestión es si después de dos mil años en verdad en nuestro corazón sabemos valorar el hacer del Padre y del Hijo por nosotros, por nuestra salvación, por vernos arrancados de la esclavitud de la muerte eterna, del pecado, de la miseria de nuestra egoísta inclinación de querer quitar a Dios y sustituirlo por falsos dioses hechos a nuestro propio capricho y voluntad.

Por eso en la oración Colecta lo primero que le pedimos al Padre es que en este día Él aumente en nosotros nuestra fe, sí, esa fe que tantas veces vacila, que es tan frágil, tan fácil de perderse o quebrarse, como dice el Apóstol de los gentiles siendo tan importante para nuestra salvación la llevamos como en vasijas de barro, por eso es necesario pedir constantemente a Dios el aumento de nuestra fe.

Que al levantar los ramos en honor de Cristo VENCEDOR seamos en verdad portadores, apoyados en Él, del fruto de las buenas obras. Que nos identifiquemos más y más con este gesto de Jesús al entrar en la Ciudad Santa para que cada uno seamos consecuentes en nuestra vida de que ser CRISTIANO no es otra cosa que ser otro CRISTO en nuestro lugar y tiempo y testificar con el amor lo que creemos por la FE.


Queridos hermanos, que tengáis una feliz Semana Santa, que viváis este espíritu de amor y de entrega, que siempre tienen que ir juntos, como de la mano, para así ser felices aquí, en el tiempo, y luego en la eternidad. Que gocéis de un feliz día del Señor.

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