“NO OS DEJARÉ DESAMPARADOS, VOLVERÉ”
En la primera lectura de los Hechos, 8,5-8.14-17,
vemos como la primera Comunidad, después de la predicación de Felipe, los
creyentes recibían el Espíritu Santo. Los Apóstoles Pedro y Juan confirmaban a la Comunidad que había
abrazado la FE en
Cristo nuestro Señor.
Teníamos que vibrar de alegría ante la posibilidad
de recibir la Confirmación ,
ya que es la plenitud de nuestra iniciación cristiana y es Él quien lo mueve
todo, lo abarca todo, lo llena todo, lo hace nuevo todo; Él cambia nuestras
vidas, Él llena nuestro ser, Él nos infunde la GRACIA que recibimos de lo
ALTO para saber más, profundizar más, conocer más de Dios y aplicar a nuestras
vidas este “soplo” de sabiduría que nos infunde y nos llena.
San Pedro, en la segunda lectura, 3,15-18 nos
aconseja, siguiendo el modelo de vida de Jesús, a vivir nuestra vida conformes
a la fe que profesamos: “Mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la
voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal”. Seguro es que el que se empeña
en vivir según la carne para nada tiene en cuenta la voluntad de Dios, pero
para aquellos que se esfuerzan en hacer en todo la voluntad de Dios, siguiendo
a Jesús, padecerán injusticias, pues los mundanos detestan a los que ponen su
mirada en lo que es y viene de Dios, y la maldad del hombre lleva a perseguir a
aquellos que quieren vivir según el Evangelio de Jesús. Pero es misión nuestra
no solamente padecer si es que fuese necesario, tenemos que orar por aquellos
que persiguen a la iglesia, por los pecadores, por los apartados de Dios, más aún,
por los que se ponen en contra de Dios y lo desprecian. La vida del creyente es
dura, sí, pero no estamos solos, tenemos al Señor con nosotros y su Santo Espíritu
nos inspira en cada momento lo que debemos hacer y nos da la gracia necesaria
para llevarlo a buen término.
En el Evangelio según S. Juan, 14, 15-21, nos anima
el Señor a guardar sus mandamientos por amor a Él, es motivo suficiente, la
fuerza del amor es el lazo más potente que jamás el hombre vio, otros lazos se
rompen, otras cadenas quiebran, pero el lazo del amor, si se ama como Jesús nos
enseñó, como Él nos amó, ese lazo jamás cederá.
Nuestra esperanza es saber que Jesús está con el
Padre, nosotros con Jesús y Él con nosotros. Por lo tanto estamos con Dios y
Dios con nosotros y además asistidos con la gracia del Espíritu Santo que es el
ceñidor de toda nuestra vida, todo lo podemos, todo es posible si se hace en
comunión con el Señor bajo la acción del Espíritu Santo.
También el Evangelio de Juan quiere dejarnos bien
claro, que aunque Cristo murió en la
CRUZ , resucitó y subió al CIELO no nos ha dejado abandonados.
El Espíritu Santo llena nuestras vidas y nos fortalece. Oremos con insistencia
al Espíritu Santo para que llene nuestros corazones de su divina GRACIA.
Que este mismo Espíritu colme vuestras vidas, que tengáis
un feliz Domingo, día del Señor, lleno de paz y de bendiciones.
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