En la primera lectura del Éxodo Moisés pide a Dios
su favor, para él pero sobre todo para su pueblo, aunque reconoce que el pueblo
que está en el desierto, el pueblo que Dios liberó de la esclavitud de Egipto
es ahora un pueblo de duro corazón. Curiosamente cuando conseguimos lo que
queremos, aquello que tanto hemos rogado y pedido a Dios con insistencia,
cuando las cosas nos van mejor, cuando la calamidad se aparta de nuestra vida,
en vez de vivir a partir de ahí con más generosidad hacia Dios que nos ayuda,
nos volvemos más duros de corazón y nos olvidamos de Él, que es el dador de
todo amor y toda misericordia.
En la segunda lectura de San Pablo a los Corintios,
el Apóstol, invita a esa Comunidad y nos invita a cada uno de nosotros a vivir
una vida alegre en el Señor y con la paz en el corazón, llegar a vivir de esta
manera no es fácil, hay que experimentar a Dios, amarlo por encima de todo,
tenerlo siempre presente en nosotros, en nuestro corazón y hablar de Él en la Comunidad , en la Asamblea , en la FAMILIA , en el trabajo.
Con Dios estamos todo el día, todos los días, no podemos dejarlo apartado en la
sacristía ni en nuestra habitación de casa. Dios está siempre con nosotros,
nosotros tenemos que estar siempre con él y abiertos a su gracia divina. Esta
presencia que quiere el Apóstol para nosotros es una presencia trinitaria: “La
gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la Comunión del Espíritu
Santo esté siempre con vosotros” Puesto que Dios Padre es amor que se
da en el Hijo, un amor que duele, amor sin peros, amor total, es el Padre que
entrega a su Hijo a una muerte en CRUZ para así redimir y salvar a toda la
humanidad, sí, amor sacrificado, así ha de ser todo amor, si no es sacrificado
nuestro amor sería un amor egoísta, un amor de capricho, la vida nos muestra
con perfecta claridad que “amores de esta manera” nunca llegan a ser amores, es
otra cosa, pero amor, amor, nunca.
Pero todo esto que Dios nos da, lo que el Hijo hizo
y hace por nosotros nos llega en este tiempo, que la Palabra llama “tiempo
final” bajo la acción constante del Espíritu Santo, que es el ceñidor de todo,
el que pone calor en nuestras vidas, el que nos da la capacidad de comprender o
llegar a atisbar por un instante el MISTERIO de Dios respecto al hombre, a la
vida, a la eternidad. Sin esta acción del Espíritu Santo seríamos totalmente
ciegos, sordos y mudos, pero gracias a Él ahora vemos, no del todo, eso ya
llegará, pero vemos o presentimos a un Dios cercano al hombre, a un Dios con
nosotros, lo escuchamos de la
Palabra revelada que es el HIJO y lo comprendemos, entendemos
este mensaje bajo la acción del Espíritu Santo.
Es el mismo mensaje de este Domingo de San Juan, 3,
16-18: “Dios mandó a su Hijo al mundo, no para condenar al mundo sino para que
el mundo se salve por él”, por el Hijo, que al subir al Padre nos envió al
Espíritu Consolador, el que nos conforta, nos acompaña y nos salva.
Este Misterio de la Santísima Trinidad
no es otra cosa que el gran regalo de Dios a la humanidad, se nos manifiesta
como una FAMILIA que quiere que nosotros le acojamos y creamos en Él en
familia, en Comunidad, en Parroquia, en Iglesia, no como personas individuales
que nada tienen que ver el uno con el otro, al contrario, como hijos de Dios que
cuanto más te entregas por la salvación del otro, entonces y solamente
entonces, estás trabajando y ganando tu propia salvación.
El relato de Jesús con Nicodemo nos dice mucho más
de lo que está escrito, nos habla de que lo realmente triste es no creer en el
Hijo del Hombre, no abrir nuestro corazón a la gracia de Dios, pasar por la
vida sin que nos importe el sacrificio de Dios por los hombres, el sentirnos
suficientes, plenos, realizados sin que Dios verdaderamente intervenga en
nuestras vidas o peor aún que el hombre se endiose y prescinda de Dios creyendo
que el es el todo de este mundo cuando en realidad es la nada. Con Dios somos
todo, sin Dios no somos nada.
Que paséis un feliz domingo día del Señor, aquellos
que el próximo jueves celebréis, como aquí en Granada, el Corpus que acompañéis
al Señor Eucaristía, milagro de amor y cercanía por las calles pero
asegurándoos tenerlo siempre en vuestro interior, en vuestro corazón. ¡Feliz
Domingo!.
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