sábado, 10 de junio de 2017

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. Ciclo A.



En la primera lectura del Éxodo Moisés pide a Dios su favor, para él pero sobre todo para su pueblo, aunque reconoce que el pueblo que está en el desierto, el pueblo que Dios liberó de la esclavitud de Egipto es ahora un pueblo de duro corazón. Curiosamente cuando conseguimos lo que queremos, aquello que tanto hemos rogado y pedido a Dios con insistencia, cuando las cosas nos van mejor, cuando la calamidad se aparta de nuestra vida, en vez de vivir a partir de ahí con más generosidad hacia Dios que nos ayuda, nos volvemos más duros de corazón y nos olvidamos de Él, que es el dador de todo amor y toda misericordia.

En la segunda lectura de San Pablo a los Corintios, el Apóstol, invita a esa Comunidad y nos invita a cada uno de nosotros a vivir una vida alegre en el Señor y con la paz en el corazón, llegar a vivir de esta manera no es fácil, hay que experimentar a Dios, amarlo por encima de todo, tenerlo siempre presente en nosotros, en nuestro corazón y hablar de Él en la Comunidad, en la Asamblea, en la FAMILIA, en el trabajo. Con Dios estamos todo el día, todos los días, no podemos dejarlo apartado en la sacristía ni en nuestra habitación de casa. Dios está siempre con nosotros, nosotros tenemos que estar siempre con él y abiertos a su gracia divina. Esta presencia que quiere el Apóstol para nosotros es una presencia trinitaria: “La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la Comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros” Puesto que Dios Padre es amor que se da en el Hijo, un amor que duele, amor sin peros, amor total, es el Padre que entrega a su Hijo a una muerte en CRUZ para así redimir y salvar a toda la humanidad, sí, amor sacrificado, así ha de ser todo amor, si no es sacrificado nuestro amor sería un amor egoísta, un amor de capricho, la vida nos muestra con perfecta claridad que “amores de esta manera” nunca llegan a ser amores, es otra cosa, pero amor, amor, nunca.

Pero todo esto que Dios nos da, lo que el Hijo hizo y hace por nosotros nos llega en este tiempo, que la Palabra llama “tiempo final” bajo la acción constante del Espíritu Santo, que es el ceñidor de todo, el que pone calor en nuestras vidas, el que nos da la capacidad de comprender o llegar a atisbar por un instante el MISTERIO de Dios respecto al hombre, a la vida, a la eternidad. Sin esta acción del Espíritu Santo seríamos totalmente ciegos, sordos y mudos, pero gracias a Él ahora vemos, no del todo, eso ya llegará, pero vemos o presentimos a un Dios cercano al hombre, a un Dios con nosotros, lo escuchamos de la Palabra revelada que es el HIJO y lo comprendemos, entendemos este mensaje bajo la acción del Espíritu Santo.

Es el mismo mensaje de este Domingo de San Juan, 3, 16-18: “Dios mandó a su Hijo al mundo, no para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por él”, por el Hijo, que al subir al Padre nos envió al Espíritu Consolador, el que nos conforta, nos acompaña y nos salva.
Este Misterio de la Santísima Trinidad no es otra cosa que el gran regalo de Dios a la humanidad, se nos manifiesta como una FAMILIA que quiere que nosotros le acojamos y creamos en Él en familia, en Comunidad, en Parroquia, en Iglesia, no como personas individuales que nada tienen que ver el uno con el otro, al contrario, como hijos de Dios que cuanto más te entregas por la salvación del otro, entonces y solamente entonces, estás trabajando y ganando tu propia salvación.

El relato de Jesús con Nicodemo nos dice mucho más de lo que está escrito, nos habla de que lo realmente triste es no creer en el Hijo del Hombre, no abrir nuestro corazón a la gracia de Dios, pasar por la vida sin que nos importe el sacrificio de Dios por los hombres, el sentirnos suficientes, plenos, realizados sin que Dios verdaderamente intervenga en nuestras vidas o peor aún que el hombre se endiose y prescinda de Dios creyendo que el es el todo de este mundo cuando en realidad es la nada. Con Dios somos todo, sin Dios no somos nada.


Que paséis un feliz domingo día del Señor, aquellos que el próximo jueves celebréis, como aquí en Granada, el Corpus que acompañéis al Señor Eucaristía, milagro de amor y cercanía por las calles pero asegurándoos tenerlo siempre en vuestro interior, en vuestro corazón. ¡Feliz Domingo!.

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