"El Señor que nos ama nos cura de toda dolencia, confiemos en Él"
Para Job la vida es un soplo, los años pasan y pesan, y no ve
esperanza alguna, él se sitúa al lado del jornalero, del esclavo que no tiene
esperanza, aún no ha avanzado la teología judía en el descubrimiento de la vida
después de la vida, de esa otra vida que se manifestará plenamente y donde Dios
hará justicia.
El Salmo nos anima a alabar al Señor que sana los corazones
destrozados, sana, cura, reconstruye, renueva las cosas y nos renueva a
nosotros, no caigamos en el pesimismo o la rebeldía de Job, nosotros tenemos el
conocimiento que nos da la Biblia, el conjunto de todos sus libros, pero sobre
todo tenemos el Evangelio, tenemos a Jesús por quien todo lo escrito en el
Libro Sagrado apunta a Él que es el centro de la Historia, el centro de una
nueva humanidad.
San Pablo en su carta a los Corintios nos anima a que cada
uno de nosotros, como él anunciemos el Evangelio de Jesús, que lo hagamos no de
palabra, y sí con nuestra propia vida, con la esperanza de que haciéndonos esclavos
de todos, servidores de todos, ganemos a muchos para la SALVACIÓN que nos
ofrece Jesús.
El evangelio de Marcos nos narra la curación de la suegra de Pedro, aquí el
evangelista nos quiere hacer recapacitar en tres puntos importantes.
Primeramente ya no ocurre este milagro en un lugar de oración y público como el
Evangelio del endemoniado del domingo pasado que fue en la Sinagoga, esta vez
es en un ámbito familiar, en una casa particular. El segundo punto es el
rompimiento de Jesús con las tradiciones relacionadas con esa “cercanía” que
muestra con los enfermos, cercanía que incluye tocar a la mujer, cogerla de la
mano y levantarla de la cama. No está precisamente la impureza en esto, más
impuro es el desprecio del que sufre, la ceguera del que no quiere ver las
necesidades de la gente, vivir la vida centrados en nosotros mismos sin ser
conscientes en la necesidad del otro.
Por último el tercer punto importante del Evangelio es que
Jesús se retiró a orar, vio la necesidad de unirse con el Padre. Nosotros
tenemos que imitar a Jesús, vemos como Job las desdichas del mundo, queremos
como Pablo ser todo para todos o por lo menos hacer algo de utilidad para
nuestro mundo, pero no podemos hacerlo por nuestra cuenta, tenemos que acudir a
Dios, a la oración, al silencio, donde nada ni nadie nos distraiga, donde
podamos hablar tranquilamente al Padre y no encontremos ruidos del mundo que
nos impidan escuchar que nos dice, que nos comunica en ese encuentro y así
salgamos fortalecidos de nuestra oración y animados para seguir haciendo el
bien allí donde sea necesario, pues para eso hemos sido llamados por el Señor,
no para nuestro propio bien, el bien propio lo lograremos en la medida que nos
afanemos por el bien de los demás, y más concretamente de aquellos que más
necesitan de nosotros, de nuestras palabras, de nuestras manos y de nuestros
corazones.
Que peséis un feliz domingo, día del Señor, Atentamente,
Dr. Francisco García, O.P.
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