SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
Recuerdo en mis tiempos de joven, estando viviendo en Villava, Navarra, que hacíamos la “JAVIERADA”, consistía en ir andando hasta Javier haciendo noche en Alsasua, si tenías suerte en un pajar, si no en un frío banco de la iglesia.
Lo impresionante de esto era ver esa multitud que no sabías dónde estaba el principio y donde el final de gente joven, principalmente, que caminábamos alegres hacia el castillo-santuario del santo navarro. Para ver la multitud habría que subir a un helicóptero.
Esto me recuerda el camino de la CUARESMA, es como una JAVIERADA, lleno de sacrificios, esfuerzo, tristezas, pero una esperanza grande y una alegría inmensa por llegar a la meta. La meta de la cuaresma no es otra cosa que saber morir al hombre viejo y resurgir en la Pascua como hombre nuevo, resucitado como el Maestro.
Las limitaciones humanas nos opacan muchas cosas, en la Javierada no ves el comienzo y el final. Dios lo abarca todo, desde él se ve todo. La vida es eso, una caminata que emprendes cuando naces y que termina con la aventura de la muerte, el paso de este mundo, donde estamos de paso, en lo que caminamos, y concluye en cuanto llegamos a lo que anhelamos, la presencia de Dios. El Cielo.
El Evangelio de este domingo nos habla de la transfiguración, sí, una buena caminata, y en toda caminata siempre hay alguien que tira de los otros, de ti, de los rezagados. En este caso es Jesús quien tira de Pedro, Juan y Santiago para mostrarles un trocito de la Gloria, o de él glorificado, no bajo esta basta apariencia humana que ha tenido que asumir para poder darnos vida plena, se muestra resplandeciente, glorificado, tal como es el Hijo de Dios, sin limitaciones, sin las vendas de nuestros ojos, con todo su esplendor.
El mensaje con el que tenemos que quedarnos no es otro que una vez que tenemos identificado a Jesús, que sabemos quien es, como es y para que vino TENEMOS QUE ESCUCHARLE, prestarle atención, hacerle caso. Eso es lo que nos dice la VOZ poderosa del Padre y el Padre quiere lo mejor para cada uno de nosotros, por eso nos pide cosas que sabe nos serán de sumo provecho, nos servirán para llegar hasta Él.
Por tal motivo démonos cuenta que este proceso de salvación que nos ofrece Jesús y que vivimos desde el miércoles de ceniza más intensamente tiene que pasar por el Tabor. Pero ¿cómo identificaremos nosotros nuestro Tabor?, pues siguiendo las enseñanzas de Jesús podremos encontrarnos con él cuando nos encontremos con el hermano, quizás no tengamos que hacer mucho recorrido, ni subir y atravesar montañas, quizás esté en el mismo portal de nuestro edificio, en la casa de la esquina o entre los que acuden al templo que acudimos. Son muchos rostros los que vemos cada día, en aquellos que se refleje la bondad, el dolor, el sufrimiento, el amor y la esperanza estará el rostro del Señor glorificado que se acerca a nosotros con la misma humildad que un día en el Cielo tramaron la gran aventura de la salvación humana: la encarnación del hijo de Dios.
Que este Domingo segundo de cuaresma sea para nosotros un saber reponer energía para no flaquear en nuestra caminata y poder llegar sanos y enteros a la meta que tanto deseamos, el encuentro con Dios. Pero mientras tanto no perdamos el norte, no dejemos de mirar a derecha e izquierda para fijarnos y acercarnos al hermano que se nos muestra como “otro Cristo” y tiene un mensaje para nosotros.
Muchas bendiciones y feliz Domingo, día del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario