EL TIEMPO ES DE DIOS
En el Eclesiastés, 1:1 se nos dice que todas las cosas bajo el sol tienen un tiempo. Tiempo para nacer, tiempo para morir; tiempo para plantar, tiempo para recoger lo plantado… Dios nos da un tiempo para TODO. Un tiempo para cada cosa, pero tenemos que ser muy conscientes que ese tiempo que se nos ha dado lo tenemos que administrar nosotros, pero no es nuestro.
Llegará el momento que el Señor nos pedirá cuenta de como hemos administrado el tiempo que se nos ha asignado, de lo que hemos hecho con él, del buen uso o mal uso que le hemos dado.
Este momento presente es para que nos miremos hacia dentro y demos un vistazo para que seamos bien conscientes de como estamos administrando el tiempo prestado por Dios, antes que lo dejemos pasar y nos sorprenda el tiempo de entregar cuentas, entonces ya no habrá tiempo para nada más, lo que había que haber hecho y no se hizo ya no se podrá hacer; y lo que hicimos y no teníamos que haber hecho ya no lo podremos corregir.
El tiempo es apremiante, pero también es hermoso, está lleno de fascinación y oportunidades, de posibilidades para la inventiva, para la creatividad, para cualquier cosa que no sea malgastar el tiempo en un “NADA” eterno.
El mejor tiempo es el que lo dedicas al amor. A dar amor a Dios, al prójimo, al hermano, al padre o a la madre, a los hijos, pues el amor es tan hermoso que todo el tiempo que gastes en dar amor lo recibirás en amor que te será dado a ti. Es un tiempo que verdaderamente fructifica.
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