En esta foto del Papa Juan
Pablo II, descansando en el campo, se nos manifiesta ese espíritu de esa
santidad de andar por casa, la santidad de todo momento, la de todos los días,
la que nos hace ser sencillos amando a los hombres y mujeres de nuestro mundo y
amando y respetando nuestra hermosa naturaleza.
Es
algo así como “para andar por casa”, pues llegar a la santidad no es hacer
actos extraordinarios, es la suma de todos los actos ordinarios y
extraordinarios, es el cotidiano vivir, es el día a día del cristiano.
Llegar
a la santidad requiere humildad y una buena dosis de bondad en el corazón, pero
pensándolo bien, llegar a la santidad es algo tangible, palpable, visible, no,
no se trata de algo oculto en el interior del alma, está a la vista, en las acciones
del ser humano, en todos los momentos de nuestra vida.
Señor
–le pregunta un joven a Jesús. ¿Qué tengo
que hacer para salvarme?. La respuesta es tajante: “Cumple los mandamientos”. ¿Y
que son los Mandamientos?. Son las acciones cotidianas de la vida, sí, ese día a día, donde el ser humano
demuestra su FE y su AMOR a un DIOS que es AMOR y se identifica plenamente en
todos los que aman, los que aman a su estilo, no con un corazón raquítico, con
medida, y sí con generosidad, desbordando ese amor. Pues Dios en su generosidad
ha querido que el ser humano tenga esta capacidad de amar, y la tenga de tal
manera, que no por amar mucho se le agote el amor, al contrario, cuanto más
amas más amor tienes para dar. Si no lo crees así, pregúntale a una madre de
muchos hijos, a ver si su amor se le agotó en el tercero o en el cuarto y ya
para el resto solamente le quedó el cansancio, la pena, el dolor o la amargura.
El Beato Juan Pablo II en la naturaleza, como en su juventud, encontrando a Dios en todas las cosas. |
No,
amar es vivir la experiencia de Jesús, y
hacer el esfuerzo, aunque tropecemos una y mil veces, en vivir el espíritu de
las bienaventuranzas, que es un poco como el reverso de los mandamientos de
la ley de Dios.
Meditando la vida de Jesús, hacemos nuestra su pripia vida, y hacemos a Jesús presente en la nuestra, siendo Él nuestors ojos, nuestros píes, nuestras manos...
LAS BIENAVENTURANZAS:
Viendo la muchedumbre,
subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron, Y tomando la
palabra, les enseñaba diciendo:
1. Bienaventurados los
pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
2. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
3. Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán consolados.
4. Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
5. Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
6. Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
7. Bienaventurados los que
trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
8. Bienaventurados los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
9. Bienaventurados seréis
cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra
vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será
grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores
a vosotros.
En aquellos que hemos visto
su sencillez, su humildad, su amor y su entrega por los demás hemos contemplado
la santidad y hemos visto que ser santo no es algo de otro mundo, es algo al
alcance de todos nosotros.
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