La paz es difícil lograrla, sobre
todo cuando no hay voluntad de conseguirla, lo malo es que no se valoran las
consecuencias, y ya se notan los estragos. Toda reyerta tiene sus víctimas. En
los grandes conflictos, donde la vida humana vale bien poco lo llaman daños
colaterales, mueren 150 niños en un bombardeo, bueno, no pasa nada, se ha
conseguido el objetivo, lo de los niños es lamentable, pero son daños colaterales. Que triste mundo, no hay paz en él,
ni tenemos paz en España, ni hay paz en las familias, en las instituciones, en
los grupos de la Iglesia
ni en nosotros mismos, en nuestros corazones, que estamos en ocasiones tan
divididos que parezca que estamos rotos. Miremos a los políticos, ¿que
intereses tienen? su trato de unos a otros crea una sensación de miedo e
impotencia, miedo pues ya no sabes si todo saltará de un momento a otro y nos
veremos en algo así como en el 36, impotencia porque, a quién das el voto, si
no ves una diferencia, si no aprecias amor, cariño, entrega, generosidad,
enseñanza de valores, desapego a las riquezas, justicia social, al contrario,
siempre recortando empezando por los que menos tienen, por los médicos que
cuidan de nosotros y que va a ser un logro encontrar una cita, por los policías
que tienen que aguantar a tanto antisistema fruto de las malas políticas, por
los maestros que tienen que luchar con una juventud belicosa, fruto de esta
violencia familiar, callejera y colectiva. Creo que o cambiamos o hay que pasar
a otro orden distinto, pero pasar de esto a algo mejor no a una anarquía que es
lo que la calle propone.
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