“TOMAD LA CRUZ”
Primera Lectura:(Zac 12:10-11):
Un Salvador Sufriente;
El profeta Zacarías anuncia un Salvador
que morirá para llevar al pueblo de Dios a la conversión. A la luz del Nuevo
Testamento, entendemos que el profeta está refiriéndose a Jesús, al Señor crucificado.
Segunda Lectura: (Gal 3,26-29):
Un Pueblo con la Mentalidad de
Jesucristo:
Todos nosotros, sin discriminación
alguna, nos salvamos porque creemos en Cristo y estamos “revestidos” del
mismo Cristo, es decir, tenemos las mismas actitudes y mentalidad de Cristo.
Esta mentalidad incluye aceptar la cruz con él y como él.
Evangelio: (Lc 9,18-24):
Tomad vuestra cruz y seguidme:
Jesús nos salvó por su cruz y
resurrección. Si queremos lograr su nueva vida, tenemos que llevar las cruces
de la vida con él, y aceptar los sacrificios en favor de los otros y de nuestro
crecimiento personal.
Evangelio de Nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas (9, 18–24)
¿Quién dice la gente que soy yo? Un día en que Jesús oraba a
solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que
soy yo?”.Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros,
Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.“Pero
ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro tomando la palabra,
respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no
lo dijeran a nadie. “El hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser
rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas,
ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
Después dijo a todos: “El que quiera venir detrás de mí, que
renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que
quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará”.
Palabra del Señor.
Jesús quiere eliminar toda clase de triunfalismo
en los que nos llamamos cristianos
Dice en el Portal de la Orden de Predicadores, en las pautas para la predicación Fr.
Francisco Mª Pérez Arcos O.P :
“La respuesta de Pedro es clara y determinante en su
vida: “Tú eres el Mesías de Dios”. Que es lo mismo que decir: “Tú eres el
SEÑOR” ; el ¡ÚNICO SEÑOR! de todo lo creado: a quien hay que someterlo todo,
porque de él lo hemos recibido todo. Pero no un señor al estilo humano que nos
domina y esclaviza; que manda despóticamente en nosotros. Y para aclararles
como es el estilo de su “señorío”. Les dice a continuación: “El Hijo del Hombre
tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y
letrados, ( o sea, los que mandan) ser ejecutado; y resucitar al tercer día”.
Y, algún tiempo después, con motivo del lavatorio de los pies, en la última
cena, les dirá: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y los soy….; pero no he
venido para que me sirváis, sino para servir: ¡haced vosotros lo mismo!. O sea,
el que sea el mayor, ¡que. Sirva a los
demás!”.
“El que quiera venir
detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me
siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida
por mí, la salvará”
Jesús hace una oferta, de aceptación libre: El que quiera
venir detrás de mí. No se trata de obligarnos, se trata de aceptar nuestra
libertad, Él siempre quiere del hombre su corazón libre, su espíritu libre,
sabiendo que muchas veces esa libertad nos jugará más de una traición y en
muchos cosos alejará nuestros pasos de la VERDAD de Jesús, de su Evangelio. El quiere que
desde la libertad de los Hijos de Dios nos unamos a la de Él. Tanto Jesús como
sus discípulos se sienten, se experimentan libres, viven libres. No se dejan “atar”
por nada ni por nadie, esa libertad de Jesús y sus seguidores es la que crispa
la existencia de sus principales perseguidores, los FARISEOS, “esclavos” de la Ley escrita, que la valorizan
más que a las mismas personas, más que al prójimo. Y esto Cristo no lo acepta. No
lo quiere Él y no lo quiere para nosotros.
Sin imposiciones, sin
abusar del otro. Pero la libertad, no nació para permanecer así indeterminada, sino
para entregarla. Cuando uno resuelve ser libre, decide reservar su libertad
para entregarla.
En este principio está basada nuestra Vida Religiosa o
Consagrada, no nos hacemos “esclavos del Señor”, simplemente le entregamos por
nuestra Salvación y por nuestro amor nuestra LIBERTAD. Toda entrega implica una
renuncia, es el costo, el precio que pagamos para adquirir lo que queremos. Una
mujer que elige casarse con tal hombre, automáticamente está renunciando a
casarse con todos los hombres del planeta. Si ella ama a ese hombre su renuncia
está más que justificada y su libertad fue muy bien usada. Jesús apela a
nuestra libertad para que renunciemos a nosotros mismos, para que carguemos con
nuestra cruz, y lo sigamos. El valor supremo no es la libertad, no es la
renuncia, no es la cruz. El valor supremo es seguirlo, ser como Él, salvar el mundo
por el poder del servicio, renunciar a nosotros para darnos totalmente a los
demás. Perder la vida, para salvarla. Muchas personas no creyentes no pasan por
esta renuncia, y sin embargo son esclavos de otros “credos” y tienen que vivir
su penosa existencia cargando otras cruces que ofrece la vida.
En este año de La FE, Cristo pide a sus
discípulos, a las Comunidades Cristianas, a las Hermandades y Cofradías, a los
Grupos Neocatecumenales, a cada una de las Asociaciones de la Igleisa –y a cada uno de
nosotros- un acto de fe en su Persona y en su obra, manifestando esta fe en un clima
de oración. Estamos convocados a la
ORACIÖN, como respuesta a la Fe que recibimos como regalo de su amor, esta
oración nos llevará automáticamente luego a la ACCIÓN PASTORAL Y CARITATIVA
DENTRO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA,
para vivirla dentro de nuestra Parroquia o lugar de crecimiento espiritual.
Jesús estaba
orando solo en presencia de sus discípulos, les preguntó: “¿quién dice la gente que soy yo”? Pero Jesús va más allá: Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?.
Pedro tomó la palabra y dijo: el Mesías de Dios. A esta conclusión tenemos que llegar cada uno de nosotros, la fuerza,
el poder, el amor del Mesías tiene que descubrirse en nuestro corazón, también
tenemos que interrogarnos, sacar conclusiones, valorizar nuestro tiempo y
nuestra entrega al Señor. Jesús también nos pregunta en clima de
oración: ¿quién soy yo para ti? O sea, ¿quién es Cristo para mí? ¿qué significa
en mi vida?
Jesucristo es Dios hecho hombre por mí: una Persona divina y dos
naturalezas. Dios verdadero y hombre verdadero. Es Dios como el Padre es Dios.
Es el Mesías, el Salvador, el Maestro, la Luz del mundo que brilla en mi y en todos los
corazones de los creyentes, es el Camino, la Verdad y la Vida, es el Amigo que nunca falla y está siempre
a mi lado, el que perdona una y mil veces mis pecados y aún y así, siendo
pecador abre sus brazos y me acoge llenándome de su Amor, el que muere en la Cruz y resucita al tercer día
por nosotros los hombres y por nuestra salvación… Es todo para nosotros. Sí, a
esta pregunta de Cristo cada no ha de responder con TODA SU FE, y esa totalidad
de FE está muy bien resumida en el Credo. Que cuando lo recitemos en la Misa pongamos toda nuestra
atención para que en esa respuesta al Señor no se nos escape absolutamente
nada.
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