lunes, 17 de junio de 2013

Domingo XII del Tiempo Ordinario, Ciclo C.





“TOMAD LA CRUZ”

Primera Lectura:(Zac 12:10-11):

Un Salvador Sufriente;
El profeta Zacarías anuncia un Salvador que morirá para llevar al pueblo de Dios a la conversión. A la luz del Nuevo Testamento, entendemos que el profeta está refiriéndose a Jesús,  al Señor crucificado.

Segunda Lectura: (Gal 3,26-29): 

Un Pueblo con la Mentalidad de Jesucristo:
Todos nosotros, sin  discriminación alguna, nos salvamos  porque creemos en Cristo y estamos “revestidos” del mismo Cristo, es decir, tenemos las mismas actitudes y mentalidad de Cristo. Esta mentalidad incluye aceptar la cruz con él y como él.

Evangelio: (Lc 9,18-24):

Tomad vuestra cruz y seguidme:
Jesús nos salvó por su cruz y resurrección. Si queremos lograr su nueva vida, tenemos que llevar las cruces de la vida con él, y aceptar los sacrificios en favor de los otros y de nuestro crecimiento personal.
 
Cada uno tenemos nuestra propia CRUZ que cargar sobre nuestros hombros.

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (9, 18–24)
¿Quién dice la gente que soy yo? Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”.Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.“Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. “El hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas,
ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
Después dijo a todos: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará”.

Palabra del Señor.

 Jesús quiere eliminar toda clase de triunfalismo en los que nos llamamos cristianos
Dice en el Portal de la Orden de Predicadores, en las pautas para la predicación Fr. Francisco Mª Pérez Arcos O.P :
“La respuesta de Pedro es clara y determinante en su vida: “Tú eres el Mesías de Dios”. Que es lo mismo que decir: “Tú eres el SEÑOR” ; el ¡ÚNICO SEÑOR! de todo lo creado: a quien hay que someterlo todo, porque de él lo hemos recibido todo. Pero no un señor al estilo humano que nos domina y esclaviza; que manda despóticamente en nosotros. Y para aclararles como es el estilo de su “señorío”. Les dice a continuación: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ( o sea, los que mandan) ser ejecutado; y resucitar al tercer día”. Y, algún tiempo después, con motivo del lavatorio de los pies, en la última cena, les dirá: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y los soy….; pero no he venido para que me sirváis, sino para servir: ¡haced vosotros lo mismo!. O sea, el que sea el mayor, ¡que. Sirva a los demás!”.
“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará”
Jesús hace una oferta, de aceptación libre: El que quiera venir detrás de mí. No se trata de obligarnos, se trata de aceptar nuestra libertad, Él siempre quiere del hombre su corazón libre, su espíritu libre, sabiendo que muchas veces esa libertad nos jugará más de una traición y en muchos cosos alejará nuestros pasos de la VERDAD de Jesús, de su Evangelio. El quiere que desde la libertad de los Hijos de Dios nos unamos a la de Él. Tanto Jesús como sus discípulos se sienten, se experimentan libres, viven libres. No se dejan “atar” por nada ni por nadie, esa libertad de Jesús y sus seguidores es la que crispa la existencia de sus principales perseguidores, los FARISEOS, “esclavos” de la Ley escrita, que la valorizan más que a las mismas personas, más que al prójimo. Y esto Cristo no lo acepta. No lo quiere Él y no lo quiere para nosotros.
 Sin imposiciones, sin abusar del otro. Pero la libertad, no nació para permanecer así indeterminada, sino para entregarla. Cuando uno resuelve ser libre, decide reservar su libertad para entregarla.
En este principio está basada nuestra Vida Religiosa o Consagrada, no nos hacemos “esclavos del Señor”, simplemente le entregamos por nuestra Salvación y por nuestro amor nuestra LIBERTAD. Toda entrega implica una renuncia, es el costo, el precio que pagamos para adquirir lo que queremos. Una mujer que elige casarse con tal hombre, automáticamente está renunciando a casarse con todos los hombres del planeta. Si ella ama a ese hombre su renuncia está más que justificada y su libertad fue muy bien usada. Jesús apela a nuestra libertad para que renunciemos a nosotros mismos, para que carguemos con nuestra cruz, y lo sigamos. El valor supremo no es la libertad, no es la renuncia, no es la cruz. El valor supremo es seguirlo, ser como Él, salvar el mundo por el poder del servicio, renunciar a nosotros para darnos totalmente a los demás. Perder la vida, para salvarla. Muchas personas no creyentes no pasan por esta renuncia, y sin embargo son esclavos de otros “credos” y tienen que vivir su penosa existencia cargando otras cruces que ofrece la vida.

En este año de La FE, Cristo pide a sus discípulos, a las Comunidades Cristianas, a las Hermandades y Cofradías, a los Grupos Neocatecumenales, a cada una de las Asociaciones de la Igleisa –y a cada uno de nosotros- un acto de fe en su Persona y en su obra, manifestando esta fe en un clima de oración. Estamos convocados a la ORACIÖN, como respuesta a la Fe que recibimos como regalo de su amor, esta oración nos llevará automáticamente luego a la ACCIÓN PASTORAL Y CARITATIVA DENTRO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA, para vivirla dentro de nuestra Parroquia o lugar de crecimiento espiritual.
Jesús estaba orando solo en presencia de sus discípulos, les preguntó: “¿quién dice la gente que soy yo”? Pero Jesús va más allá: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?.
 Pedro tomó la palabra y dijo: el Mesías de Dios. A esta conclusión tenemos que llegar cada uno de nosotros, la fuerza, el poder, el amor del Mesías tiene que descubrirse en nuestro corazón, también tenemos que interrogarnos, sacar conclusiones, valorizar nuestro tiempo y nuestra entrega al Señor. Jesús también nos pregunta en clima de oración: ¿quién soy yo para ti? O sea, ¿quién es Cristo para mí? ¿qué significa en mi vida?
Jesucristo es Dios hecho hombre por mí: una Persona divina y dos naturalezas. Dios verdadero y hombre verdadero. Es Dios como el Padre es Dios. Es el Mesías, el Salvador, el Maestro, la Luz del mundo que brilla en mi y en todos los corazones de los creyentes, es el Camino, la Verdad y la Vida, es el Amigo que nunca falla y está siempre a mi lado, el que perdona una y mil veces mis pecados y aún y así, siendo pecador abre sus brazos y me acoge llenándome de su Amor, el que muere en la Cruz y resucita al tercer día por nosotros los hombres y por nuestra salvación… Es todo para nosotros. Sí, a esta pregunta de Cristo cada no ha de responder con TODA SU FE, y esa totalidad de FE está muy bien resumida en el Credo. Que cuando lo recitemos en la Misa pongamos toda nuestra atención para que en esa respuesta al Señor no se nos escape absolutamente nada.


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