QUERER VER A
JESÚS: ESA ES NUESTRA ILUSIÓN, NUESTRA LUCHA Y NUESTRA META”
En a primera lectura Jeremías hace un anuncio
que sobre para todo límite de tiempo, una nueva “ALIANZA” entre Dios y los
Hombres que va más allá de un tiempo concreto, de un pueblo concreto, más allá
incluso de una religión.
Y es que las alianzas que ha hecho el Señor
con el Hombre no tienen una fecha como límite, ni siquiera un final ya marcado,
pues estamos hablando de Alianzas sumamente frágiles, no por parte de Dios, que
para Él sí es SI y no es NO, pero esto, por desgracia no pasa entre nosotros
que en ocasiones aceptamos el Sí, otras veces nuestro sí es no y un término
medio que no es ni ruptura ni aceptación del plan de dios para con nosotros.
Somos así de ambiguos, no lo podemos
evitar, es como si estuviera en nuestro ADN, en nuestros genes. Por eso Dios
con suma facilidad nos pone a nuestro alcance un nuevo plan, una alianza que va
más allá de la del Sinaí, esta no está escrita en piedra, está escrita en el
corazón de cada hombre y mujer que tienen buena voluntad y quieren encontrarse
con Dios.
Lo importante es que tomemos bien en serio al
Profeta y de verdad seamos, nos sintamos de verdad pueblo de Dios, y dejemos
que Dios sea nuestro Dios y no andemos como pasmados buscando dioses falsos que
llenen todos nuestros vacíos, que triste imagen a este respecto está ofreciendo
nuestra pobre sociedad cuando se sale de sus cauces y se endiosa, o como ha
sucedido recientemente, con algunas feministas, han querido ocupar el lugar de
Dios, por eso sus lemas ofensivos contra Dios, la Virgen y la Iglesia, cuando
hay muchos de esos lemas que manifestaron en sus proclamas que con toda
seguridad la Iglesia podía haber firmado pues esa lucha de igualdad es más
antigua que nuestra memoria y está plasmada en el Evangelio de Jesús y la Santa
Escritura.
La breve Carta a los Hebreos nos muestra a
Cristo doliente, Cristo sufriente, que acepta por encima de todo el plan de
Dios para librarnos de la esclavitud del pecado, no se trata de un Cristo
derrotado que ya no puede hacer otra cosa, se trata de un Cristo que con
profundo dolor asume esa voluntad Suprema y la hace suya por puro amor, ahí, en
este relato no hay otra cosa que dos grandes amores, el amor de Dios hacia su
obra más querida, el Hombre y el amor del Hijo hacia su Padre y su plan de
redención, es decir, su última alianza con el Hombre.
Por último, el evangelio de Juan no tiene
desperdicio. Nos habla de esa “hora” que ya ha llegado, la hora de la
glorificación no de él, al Padre. La glorificación de Jesús será en la Cruz,
desde la Cruz no solamente es glorificado, nos llena, nos abarca a todos
nosotros, nos glorifica con Él, nos redime y salva. La Cruz es el cumplimiento
de la voluntad de Dios y la aceptación del Hijo obediente que acoge su plan y
lo realiza para nuestra salvación.
“Si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”. Esta frase manifiesta esa verdad de Jesús,
que ha de llegar hasta el sepulcro para que resurja la Gloria de Dios, ese proceso
de muerte y vida está estrechamente marcado de toda nuestra existencia, desde
nuestro bautismo, donde al ser sumergidos en el agua morimos al hombre viejo,
pero resurgimos inmediatamente a ese hombre nuevo de la Nueva Alianza hecha por
Jesús para nuestra salvación, pero también está en nosotros cada vez que
pecamos y morimos a la gracia, pero al recibir el Sacramento de la Reconciliación
salimos nuevos, renovados, revividos por Cristo Señor Nuestro. Y finalmente
cuando nos llegue la hora y nuestro cuerpo se derrumbe, él que es la morada de
nuestra alma, esta, adquirirá una morada nueva en el Cielo donde ya no
experimentaremos ni el dolor, la pena, las lágrimas, nuestra vida será alegría
y júbilo.
Hermanos, con este Domingo entramos ya en la
Semana de Pasión, antesala de la gran Semana Santa, que paséis un feliz Domingo.
Granada, 16 de Marzo de 2018
Fr. Francisco E. García, O.P.