miércoles, 7 de marzo de 2018

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA DEL CICLO B.



“EL GRAN AMOR QUE DIOS NOS TIENE QUEDA MANIFESTADO EN EL AMOR DE JESÚS POR TODOS NOSOTROS”

La semana pasada no pude conectarme a internet por un fallo en la red, las cosas modernas nos juegan en ocasiones estas malas pasadas.

Vamos avanzando por el desierto de la CUARESMA  y vamos profundizado a la luz de la Palabra de Dios en nuestro pobre caminar esperanzados en que si estamos con Jesús, si nos unimos a su CRUZ REDENTORA encontrando fuerzas para sobrellevar la cruz nuestra de cada día nuestro destino no es otro que gozar de la Pascua del Señor.

No todas las cuaresmas han de ser iguales, cada uno de nosotros sufrimos grandes y en ocasiones graves cambios que nos obligan a hacer una meditación profunda y ver lo nuevo en nuestro presente y lo viejo en el pasado. Al igual que el pueblo judía que después de las experiencias amargas vividas en el destierro de Babilonia se ven forzados a hacer una NUEVA reflexión de su historia que les muestra lo amargo que es querer vivir la vida de espadas a Dios.

En la lectura del segundo libro de las Crónicas que leemos hoy vemos a que conduce la cerrazón del pueblo que quiere pasar de Dios para hacer su voluntad, a pesar del esfuerzo por parte de Dios en mandar mensajeros que  les advirtieran de que sin Dios no puede haber felicidad, esta existe cuando hay FIDELIDAD al plan de salvación, a la alianza entre Dios y el Hombre y el Hombre con Dios.

Como entonces en tiempo del Rey Ciro, ahora en nuestro tiempo, son muchos los que se entregan por completo al abandono de los mandatos de Dios y desprecian sus leyes, pero siempre hay un resto que permanece firme en la FE a nuestro PADRE del Cielo, no desaprovechemos las enseñanzas que esta Palabra nos da a cada uno de nosotros y acudamos alegres a la Casa del Señor para sellar nuestro pacto por Cristo nuestro Redentor en cada celebración del Sacrificio de la Eucaristía para que nuestra vida cristiana recobre cada día el sentido que ha de tener y nuestra fidelidad llegue a su plenitud sin que seamos arrastrados por la corriente del mundo que nos quiere llevar a un mundo sin Dios. También nosotros, como los judíos entonces tenemos que releer nuestra vida desde el plan de Dios que Cristo nos ha transmitido y nos ha dejado en la Iglesia. La vida de amor, entrega y generosidad que nos dan los Sacramentos.

Es el mensaje que nos da San Pablo en la carta a los Efesios. Todo lo hemos alcanzado por Cristo, su pasión y muerte nos llevan directos a resucitar con Él. “Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”.

La salvación que se nos da, es eso, se nos da, no es algo que nosotros nos ganamos, es un DON dado por Él, que está ahí, si vivimos con Él lo tenemos a nuestra entera disposición, si le rechazamos a Él, rechazamos su don, la salvación.

El Evangelio de San Juan nos habla del dialogo de Jesús con Nicodemo, donde retornando a los tiempos de Moisés, Jesús, nos dice que nuestra victoria, es decir, la salvación, está en que el Hijo sea elevado en lo alto de la Cruz y así atraerá para nosotros la curación de nuestras maldades y el perdón de todos nuestros pecados.

“El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.

Avivemos nuestra fe en aquel que todo lo puede y que no hace más que darnos gracia tras gracia para que vivamos las realidades de nuestro tiempo, estamos en la tierra y nuestros píes han de estar bien asentados en ella, pero sin olvidarnos jamás de las realidades eternas. Lo de aquí es pasajero, lo importante la la eternidad junto a Dios en el cielo.

Queridos hermanos, que paséis un feliz cuarto domingo de cuaresma y avancéis por este desierto cuaresmal hacia la Pascua llena de luminosidad y esperanza para un día alcanzar la otra Pascua, el encuentro con el Señor en el cielo. Feliz Domingo.

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