Es
una triste realidad, las obras que en verdad son males caen sobre quien las
causan, cierto es que además de este caer sobre sí mismo, a su vez, hacen un
daño inmenso a quienes van dirigidas.
Por
esta razón, está muy bien el no usar la venganza, y el no desear mal a aquellos
que te han herido, pero nunca te sientes a esperar ver como con sus propias
acciones se destruyen. Es una actitud ruin, raquítica, cobarde para un
CRISTIANO.
Si
de verdad eres un buen cristiano has de luchar para salvar a quien te hace el
mal, por lo pronto tienes que intentarlo, si después de tu intento ves que no
consigues nada, si no te queda más que sentarte a esperar, en esa espera ora
por él o por ella, la oración tiene mucho poder, seguro que más que el que tu
puedas tener, y puede hacer milagros, cosa que muchos de nosotros no podemos
hacer, pero poner las dificultades, los problemas, las falsedades, las
envidias, los odios, la maldad humana, los difamadores, la maledicencia, la
perversidad, todo lo dañino de nuestro mundo en manos de Dios está al alcance
de todos y hemos de ser sabedores de que solamente Dios puede arrancar de esos
corazones enzarzados la bondad primera que de Dios recibieron y que quizás aún
guardan dentro, si es que el diablo no ha arrebatado y se ha adueñado de todo
lo que esa persona es y ha aniquilado lo que antes fue matando la posibilidad
de desde dentro de sí misma volver al buen camino, al camino del amor, el perdón,
la compasión, la misericordia, pues así es Dios para ti y para mí, y así
tenemos que ser nosotros para los demás.
Desdichado
aquel que guarda odio en sí y no perdona, pues ¿Qué argumentos puede presentar
a Dios para alcanzar de Él su perdón?. Dicho está con toda claridad en la Sagrada Escritura:
“La medida que uséis con los demás, la usará Dios con vosotros”.
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