El que tenga oídos, que oiga
Lectura del libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19
”Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación
y nos gobiernas con gran indulgencia,
porque puedes hacer cuanto quieres.
Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano,
y diste a tus hijos la dulce esperanza
de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento”.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 26-27
Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso otra
parábola a la gente:
- «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”
Él les dijo:
"Un enemigo lo ha hecho."
Los criados le preguntaron:
¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
Pero él les respondió:
"No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:
'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero. »
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- «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”
Él les dijo:
"Un enemigo lo ha hecho."
Los criados le preguntaron:
¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
Pero él les respondió:
"No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:
'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero. »
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En la Exhortación Apostólica
La Alegría
del Evangelio del Papa Francisco, el numeral 278 nos invita a “creerle al Evangelio”…
“La fe es también creerle a Él, creer
que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente,
que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita
creatividad. Es creer que Él marcha victorioso en la historia «en unión con los
suyos, los llamados, los elegidos y los fieles»
(Ap 17,14). Creámosle al Evangelio que
dice que el Reino de Dios ya está presente en el mundo, y está desarrollándose
aquí y allá, de diversas maneras: como la semilla pequeña que puede llegar a
convertirse en un gran árbol (cf. Mt 13,31-32), como el puñado de levadura, que
fermenta una gran masa (cf. Mt 13,33), y como la buena semilla que crece en
medio de la cizaña (cf. Mt 13,24-30), y siempre puede sorprendernos gratamente.
Ahí está, viene otra vez, lucha por florecer de nuevo. La resurrección de
Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los
corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la
trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano. ¡No nos quedemos
al margen de esa marcha de la esperanza viva!”
Ahora preguntémonos:
¿Abro mi corazón a la enseñanza de Jesús
sobre el Reino? ¿Qué actitud tengo ante los problemas que plantea el mundo,
tengo paciencia o me desespero? ¿Estoy dejando que la semilla de la palabra de
Dios crezca en mi vida y vaya dando fruto?
La
pequeñez, lo insignificante, lo humilde que nunca es apreciado por el hombre
lleno de vanidad, es sin embargo un tesoro para el hombre piadoso, para el
hombre de Dios. Y es que la misma naturaleza viene siempre en ayuda nuestra y
es madre y maestra. Cualquier ser viviente, nosotros mismos, el hombre, nacemos
como cosa indefensa, insignificante, cosa pequeñita, pero con el tiempo vamos
creciendo. La aportación de Dios al hombre es siempre una semilla pequeña, casi
insignificante, pero que el hombre tiene que ir atesorando, cuidando, en su
interior, para que esta crezca y se haga grande.
En
el pecado das lugar al arrepentimiento. De todo y en todo el hombre puede sacar
algo positivo, hasta en el pecado, de hecho, quien no ha experimentado lo que
es el pecado, tampoco ha podido experimentar lo que es la gratuidad de la Gracia de Dios, Si yo pido
prestado 5 euros no experimento gran satisfacción en el gesto de amor de quien
me presta, pero si mi necesidad es mucho más grande, y lo que preciso no es ya
5 y sí cinco mil entontes experimentaré la grandiosidad del que me presta, del
que sale a favor mío, del que confía en mí. Así para al hombre pecador que se
arrepiente de sus pecados y pide perdón, experimenta la grandiosidad de Dios
que le ama y le perdona, que le anima a rehacer su vida sin reñirle, sin
amonestarle, solamente le dice, ánimo, te perdono tus pecados, en adelante no
peques más.
Es
un consuelo ver que el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, también
consuela el saber que la doblez de corazón o la hipocresía no valen con Dios, Él
nos conoce tan cual somos, aquí las apariencias humanas, los orgullos, las
viles vanidades no cuentan, Dios conoce todo de nosotros y es más, antes de que
seamos tan sensatos que acudamos a pedirle aquello que realmente necesitamos Él
ya va por delante de nosotros, pero ojo, la mayor parte de las veces el no da
aquello que le pides, pone en tus manos la semilla, la esencia de esa gran
necesidad para que tu mismo la amplíes y desarrolles. Para que seas el que realice y socorra tu carencia, él inicia, tú prosigues. El que pida cambios
radicales a Dios va por mal camino, Dios no te da el cambio, Dios te encamina
por el camino que puede transformarte, que puede cambiarte, pero te lo tienes
que currar tú.
Que
adquiramos la voluntad y la paciencia de Dios que aguarda que el trigo prospere
mientras que la cizaña muera por sí sola. No queramos ser tan listos de
arrancarla y así arrancar también el buen trigo. Con el tiempo todo cae en su
sitio, no es que sea una obra directa de Dios que te dice: ahora sí, ahora te
vas a tu lugar, no; la vida misma te lleva a tu lugar.
Que
descubramos el valor de las pequeñas semillas, que a pesar de su pequeñez dan
grandes frutos, así a de ser en nosotros, descubrir en nuestra alma la semilla
de las Virtudes: La
Prudencia, la
Justicia, la
Fortaleza, la
Templanza; y las teologales: la Fe, la Esperanza y la Caridad o el amor; y de los Dones del Espíritu Santo
que son hábitos sobrenaturales, infundidos por Dios en las Potencias del Alma,
y son: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de
Dios. Que ha de fructificar en nosotros como esas semillas y producir los
Frutos del Espíritu Santo que son 12: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad,
Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fidelidad, Modestia, Continencia y Castidad.
Son siempre “semillas pequeñas, que dan fruto por nuestra confianza en Dios y
el esfuerzo del Cristiano en dar buenos frutos con sus obras.
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