“Este es mi Hijo Amado: ¡escuchadlo!”
- La primera lectura está tomada del libro del Génesis 22,
1-2. 9-13. 15-18 y nos narra la historia de Abrahán, cómo es puesto a prueba
por Dios y como responde Abrahán a la voluntad de Dios. En este relato vemos
que Dios es exigente, pero por encima de la exigencia está su amor y su
misericordia y más con aquellos que como Abrahán son capaces de salir de sí
mismos para entrar en el plan de salvación de un Dios siempre cercano al hombre
y más cuando este hombre no se reserva nada para él, se da y lo da todo para
Dios que es nuestro creador y nuestro PADRE lleno de amor.
- Esa misma bendición que recibe
Abrahán de Dios la recibimos nosotros cuando obramos de igual manera, cuando
somos generosos, cuando pensamos más en el prójimo que en nosotros mismos,
cuando no nos conformamos con dar migajas, las cosas que no necesitamos, las
sobras y damos lo que de verdad nos duele, lo que nos ha supuesto trabajo
conseguir, lo que ha sido logrado con sacrificio. Más aún, cuando no pensamos
quizás en tener tanto mentalidad de dar y sí en DARSE uno mismo, ofrecerse uno
mismo a este Dios y a su plan de Salvación para nuestro Mundo.
- En el salmo responderemos todos,
alegres y con la cabeza alzada, orgullosos de estar con el Señor, de escuchar
su Palabra, de asirnos a sus deseos, a su corazón: “Caminaré en presencia del
Señor en el país de la vida”. Así afirmamos nuestra fe, nos sentimos verdaderos
siervos del Señor y tendremos la gracia necesaria para cumplir nuestros votos
en presencia del pueblo, en el centro de nuestra vida ha de estar siempre el
Señor.
- En la segunda lectura tomada de
la carta del apóstol san Pablo a los Romanos el Apóstol nos habla al corazón,
nos anima en el camino de nuestra Iglesia pues caminamos juntos en comunidad, en
grupo, y esta unidad junto a Dios es la misma fuerza de Dios que se manifiesta
aún en medio de nuestras flaquezas y debilidades, ¿Quién estará contra
nosotros, quién nos condenará?. Aquí vemos un paralelismo entre la Actitud de Dios con
Abrahán y su hijo y Dios con su Hijo, la diferencia radica en que Dios perdonó
a Abrahán la vida de su hijo, mientras que a Cristo, el Hijo de Dios no le
perdonó la vida, murió para salvar a toda la humanidad. Su sacrificio por
nosotros, ¿no somos acaso mimados de Dios?, ¿amados de él?, ¿protegidos de Él?
- En la lectura del santo
evangelio tomada del libro de san Marcos, el evangelista nos narra el episodio
de la Transfiguración
del Señor, en presencia de Pedro, Santiago y Juan, para que pudieran
testimoniar este hecho trascendente que anunciaba el triunfo de Cristo sobre el
pecado, la maldad, la muerte, y con los personajes bíblicos de Elías y Moisés,
que con su presencia prefiguraban que en Cristo, el Señor se cumple toda la Ley (Moisés) y todo el anuncio
profético (Elías). Pero es sólo un anuncio de lo que vendrá, no cabe
estacionarse, ni adelantarse a la
Pasión, ese paso tiene que darlo Jesús pese a la insistencia
de Pedro de “instalarse” en esa bondad de abundante luz y de gloria que era la Montaña alta del Tabor.
Pero lo que nos ha de quedar
bien claro es la VOZ DEL
PADRE: “Este es mi Hijo amado; Escuchadlo”. No es un consejo, es un mandato,
una necesidad para el Hombre, una prioridad para nuestras vidas, nuestra
salvación llegará si somos capaces de prestar atención al Evangelio del Señor y
escuchadle, pues si no hay escucha no podemos hacerlo vida en nosotros, y si no
lo hacemos vida, ¿cómo vamos a testificar?, todo depende pues de nuestra
escucha, de la atención que prestemos. Nuestra respuesta ha de ser LA CONVERSIÓN SINCERA
Y AUTÉNTICA.
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