Destruid este
templo, y en tres días lo levantaré
En la primera lectura del libro del Éxodo 20,
1-17 se nos habla:
Que Dios es un Dios celoso, pero celoso en el buen sentido,
un Dios que se da, que se entrega cien por cien y por tanto espera que cada uno
de nosotros nos demos y nos entreguemos de igual manera, el lo ha hecho todo
por nosotros, nos ha arrancado de la esclavitud del pecado, nos ha dado la
libertad, ha abierto nuestros ojos para que no nos arrastremos detrás de los ídolos,
para que solamente lo busquemos a Él que llena totalmente nuestras vidas, Él, que
nos da la salvación. ¿A quien iremos, si sólo tú tienes palabras de vida
eterna?. Pero esta cercanía con Dios será más real en la medida que busquemos
la paz, el amor, la cercanía con el prójimo, con el hermano, con aquellos que
caminan la vida a nuestro lado.
Estaremos con Dios en la medida que sepamos amar, honrar a
nuestros hermanos, respetar a todos sean del color que sean, de la raza que
sean, de la religión que sean, el amor que quiere Dios para nosotros no tiene
límites, es y ha de ser AMOR TOTAL.
En el Salmo responderemos: “ Señor, tú tienes
palabras de vida eterna”.
Y es que la
Ley del Señor es perfecta y es descanso del alma. Quien está
con el Señor tiene luz en el corazón, tiene alegría que se da, se entrega, se
comparte, no es algo que se atesora, es algo que viene a nosotros para que
nosotros lo pongamos al servicio de los demás.
En la breve lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios, escuchamos:
Los judíos
exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros, que somos
cristianos predicamos a un Cristo crucificado que es escándalo para los judíos,
necedad para los gentiles, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios,
la Cruz no es
nuestra vergüenza ni es nuestra derrota, la Cruz en nuestro triunfo.
Pues, nos dice el Apóstol: lo necio de Dios es
más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres,
nuestra sabiduría y fortaleza radica en Cristo, en su Pasión y su muerte en
Cruz. Ahí está nuestra victoria, nuestro triunfo contra las fuerzas del mal,
nuestra derrota del maligno.
Con Cristo lo
tenemos TODO, sin Él nada. Estamos vacíos.
En el santo evangelio según san Juan el Señor nos habla al corazón:
Nos narra la expulsión de los mercaderes
del Templo de Jerusalén, vemos el celo de Jesús por la Casa de Dios que no ha de ser
un mercado, y sí una casa de oración, de encuentro con Dios, pero que le da píe
para explicar qué templo prefiere Dios, el templo de uno, somos cada uno
templos de Dios y es el TEMPLO que más cuidado tenemos que dar, que más
atención tenemos que prestar.
–«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
y no necesitaba el testimonio de nadie porque
él sabía lo que hay dentro de cada hombre. ¿A quién vamos a engañar?, Él conoce
nuestro corazón, sabe como somos en realidad y aun así espera y confía en
nosotros, que sepamos en este tercer domingo de Cuaresma dar una respuesta
acertada a Jesús, que vela y ve nuestro corazón, pero que aún sabiendo que
muchas veces le fallamos Él sigue confiando y apostando por nosotros. Limpiemos
bien nuestra casa interior con una buena confesión, para tener nuestro Templo
ordenado y cuidado y limpio de todo mercadeo. Feliz Domingo.
y no necesitaba el testimonio de nadie porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre. ¿A quién vamos a engañar?, Él conoce nuestro corazón, sabe como somos en realidad y aun así espera y confía en nosotros, que sepamos en este tercer domingo de Cuaresma dar una respuesta acertada a Jesús, que vela y ve nuestro corazón, pero que aún sabiendo que muchas veces le fallamos Él sigue confiando y apostando por nosotros. Limpiemos bien nuestra casa interior con una buena confesión, para tener nuestro Templo ordenado y cuidado y limpio de todo mercadeo. Feliz Domingo.
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