…ningún profeta es bien recibido en su propia tierra…
Preciosa meditación nos da la Iglesia en este domingo
para que meditemos y para hacernos fuertes frente a nuestros enemigos. Lo que
el Señor hace con nosotros es lo que Dios hizo con el Pueblo elegido, nos hace
fuertes, nos da nobleza de corazón, nos aporta fortaleza ante las acechanzas
del enemigo y sus seguidores… pero también nos da una misión: ANUNCIAR EL
MENSAJE DEL SEÑOR A TODO EL PUEBLO, dad a conocer a los demás las maravillas
que dios nos hace, proclamar el Evangelio, para que este mensaje no se quede solamente
en nosotros, para que no sea un conocimiento más que hemos adquirido y se quede
como algo viejo que guardamos en el baúl que tenemos colocado en la trastera de
la casa. Estamos llamados, por misión, a ser proclamadotes de la Buena Noticia, y esa Buena
Noticia es Cristo el Señor que yo, lo mismo que tu, querido lector, tenemos que
proclamar con nuestra vida, con el ejemplo.
¿Y qué decir de la segunda lectura que proclamamos?.
Pues eso, si ambicionamos algo en la vida que sea algo bueno, que sea querido
por Dios, que nos lo haya enseñado Jesús, que también es él quien no solamente nos
muestra un camino mejor, él es el camino, él es la verdad, él es la vida.
En esta famosa y conocida por todos lectura de la Carta de San Pablo a los
Corintios, capítulo 12, 31 y siguientes el Señor todo lo resume en una sola
cosa: EL AMOR. Si carecemos de él, si no hacemos las cosas por caridad, si no
está presente en nuestras vidas es que no somos del Señor, ni de Dios ni de
nadie, somos del mal, del pecado, del egoísmo, es decir, estamos centrados solamente
es nuestro destructor y acaparador “ego” que todo lo destroza y aniquila y que
nos ciega no dejándonos ver otra cosa que no sea a nosotros mismos.
El Evangelio nos puede dar pistas de nosotros
mismos. ¿Cómo soy yo para con el otro, para con los demás?, la respuesta la
podemos tener en nuestro propio corazón. En este evangelio no reconocían a Jesús
porque para ellos solamente era el hijo de José, era de su entorno, sabían que
hacía milagros y esas cosas, pero no transcendían más allá, llegaban simplemente
a ese conocimiento, les faltaba lo más importante, la FE.
No nos quedemos con el conocimiento nosotros, faltos
de fe sin ser capaces de ir mucho más allá. No me quede en mi devoción, en mi
piedad, en mi caridad, en mi rezo, en mi mismo, he de trascender, he de llegar
a sentir la necesidad de mi pequeñez ante la inmensidad de mi Dios, he de
apoyar mi vida en el Corazón del Señor que me ama y he de hacer las cosas por
amor a Dios y por amor al prójimo, de lo contrario soy un simple cacharro que aturde
sin sinfonía, si esa “música” que ha de hacerme mover mi vida no a mi ritmo y
si al del Señor.
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