¡AQUÍ ESTOY, MÁNDAME!
Esta es la actitud ante el señor que nos apremia a
ir al mundo para anunciar su Evangelio. ¿Pero yo?, ¿y por qué no?, él se ha
fijado en ti, te ha llamado por tu nombre, te ha elegido, ha perdonado tus
pecados, te ha tratado con amor, ha sido misericordioso contigo, ha puesto un carbón
encendido en tus labios cuando te ha dado a conocer su Palabra, estás de sobra preparado
para IR, para ser PROCLAMADOR DE SU BUENA NUEVA.
Esta misión del Señor nos la recuerda y confirma San
Pablo en la segunda lectura, estamos fundados en Cristo el Señor, hemos
aceptado su Evangelio y lo hacemos VIDA en nosotros, y este Evangelio no es
para guardarlo en caja fuerte, está destinado para darlo a los demás,
compartimos algo grande, la gran noticia de la Salvación, esa noticia
no es otra que el Señor que ama y por amor muere en una cruz, pero que no se
queda en el sepulcro frío, resucita para que nosotros seamos capaces de morir
al pecado y vivir en la GRACIA
de DIOS. Esta GRACIA nos hace libres. Y una noticia así no puede quedar
callada, hay que proclamarla, anunciarla con nuestra voz pero también con
nuestra propia vida.
La cuestión que nos presenta el Evangelio dominical
es si nosotros nos conocemos realmente, si nos esforzamos lo suficiente en
nuestra vida por adquirir el conocimiento que Dios nos da, si aceptamos su
Palabra liberadora o nos conformamos como “pasotas” sin sacrificio, sin deseo,
sin ilusión por crecer, por triunfar, por encontrar esa “pesca abundante que el
Señor nos ofrece”.
Para lograrlo tenemos que “REMAR MAR ADENTRO”, eso
significa esfuerzo, trabajo, dedicación, deseo de superación, volver a
intentarlo cuando pasamos una noche oscura de decepción y de fracaso. Solamente
con el Señor podemos adquirir esa sensación de acierto y de seguridad, solamente
con el Señor podemos lograr esa pesca milagrosa que sacie nuestras expectativas,
que sacie nuestra vida. No, no podemos conformarnos con poco o con nada, no
podemos ser mediocres cuando lo podemos tener TODO. El Señor no nos ofrece
migajas, nos lo ofrece todo, tan abundantemente que necesitaremos de otros para
arrastrar nuestras redes repletas hasta la orilla sin que nos hundamos o las reventemos
por el camino, necesitamos a los otros. La salvación no es un juego en
solitario, es participación de muchos.
Hace poco hemos terminado las fiestas de la Navidad y hemos vivido
cinco semanas de este tiempo ordinario de la liturgia, ya este miércoles
daremos inicio a la CUARESMA,
tiempo fuerte, tiempo de preparación para la gran fiesta del creyente: LA PASCUA DEL SEÑOR RESUCITADO,
vivamos con ilusión y esperanza, en este año de la Misericordia, este
tiempo que vamos a comenzar el día 10 de Febrero, y para vivir el año de la Misericordia no
olvides que hay que pasar por el confesionario, no hay otra manera de arrancar
el pecado de nuestro corazón, y no podemos dejar que este anide en nosotros y
vivamos con él como si fuere un huésped que no molesta, que no hace daño, que
puede pasar inadvertido, no, cuando está él en nosotros echamos fuera a Dios, echamos
fuera su Gracia y su amor, con el pecado deja de tener sentido nuestra vida y
todas nuestras acciones. No malogremos la vida que Dios nos da.
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