No deja de
tener su encanto este día de Reyes, sobre todo manifestado en la mirada de
ternura de cada niño. Esta mirada de asombro, de ternura e ilusión no deja de
ser en cierta forma una manifestación más de este Dios hecho niño, nacido en el
pesebre, envuelto de pobreza, acompañado de la gente pobre y sencilla del campo
de Belén y sorprendido ante la visita un tanto desacostumbrada de esos Magos
venidos de muy lejos para postrarse ante él y presentarle regalos que indican
su procedencia, su misión y su destino.
¿Que te
traigo yo Señor?, ¿que pongo yo ante tu pesebre?. La verdad es que no tengo
nada que pueda darte y que te ilusione, nada que pueda poseer yo como mío y te
asombre, nada mío que tú puedas necesitar. Por eso llego ante tu pobreza
esperando enriquecerme con tu presencia, llego a ti ilusionándome por estar un
rato contigo y con tu familia que se que me acogen con amor y ternura, como a
los pastores, pues soy pobre también. Y de regalo mi pobre corazón, con mi
amor, mis sentimientos, mi voluntad, mis achaques, mis años vividos, mis
fracasos y mis pecados, mis virtudes y la Gracia que tú me has regalado en el transcurso de
mi pobre vida, desde que quisiste en tu infinita bondad que yo formara parte de
la existencia humana. Gracias Señor pues quiero ir a ti esperando poder
regalarte algo y siempre soy yo el que regresa a mí cargado de los maravillosos
regalos que tú me haces.
¡Feliz día
de Reyes, herma@s!
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