Las lecturas de este domingo XXIX del tiempo
ordinario nos hablan de la oración, pero la oración no es repetir jaculatorias
como pueda hacer un loro, sin poner sentimiento, sin poner el corazón en
aquello que le estás contando ni más ni menos que a Dios nuestro Padre del
cielo. Orar es más, mucho más profundo, incluso mucho más sencillo, es ponerte
en los brazos de Dios como un niño pequeño, que tiene problemas, se pone en los
brazos de su padre y le cuenta con amor y con confianza profunda sus penurias.
La parte de la oración más importante ya la tenemos
ganada, Dios es Padre que escucha, atiende nuestras súplicas y actúa en
consecuencia. Lo que pasa es que en ocasiones nosotros pedimos cosas que quizás
no nos convengan pues solamente podemos ver nuestro presente y tenemos memoria
de nuestro pasado, pero desconocemos por completo lo que está por acaecernos.
Es sencillo, sale una gran peregrinación a Santiago, quieres mirar cuantos son
en esa multitud y no alcanzas a ver nada más que una pequeña parte, incluso si
buscas un sitio alto logras ver algunos más, pero si te subes a un helicóptero
ven TODA la peregrinación desde el principio hasta el fin, pues así nos contempla
Dios a cada uno de nosotros desde que nacemos hasta que morimos, y Él en su
amor nos otorga, a pesar de las penurias y sufrimientos aquellos que más nos
conviene para el FIN ÚLTIMO que es nuestra salvación.
Por eso el mensaje principal de este Domingo es que
no te canses de orar, no desfallezcas, insiste a tiempo y a destiempo,
persevera, anímate, que Dios siempre está a la escucha pues es Padre y juez bueno.
Además ¿no tenemos a quien intercede siempre por nosotros, Cristo Señor
nuestro?, ¿y no tenemos una Bendita Madre en el Cielo que ruega siempre por
nuestras penurias en este valle de lágrimas?, ¿acaso no es Ella ESPERANZA
nuestra?, no hermano, no tenemos motivos para el desaliento ni el abandono, el
Evangelio habla de insistencia, como esa pobre mujer ante el juez injusto que
ni teme a Dios ni a los hombres, seamos creyentes fervorosos que AMAMOS,
CREEMOS y ORAMOS con plena confianza y nos abandonamos no a la desesperación,
ni a nuestra propia suerte, nos abandonamos en el corazón de nuestro Padre y
Creador.
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