domingo, 16 de octubre de 2016

INSISTE:





Las lecturas de este domingo XXIX del tiempo ordinario nos hablan de la oración, pero la oración no es repetir jaculatorias como pueda hacer un loro, sin poner sentimiento, sin poner el corazón en aquello que le estás contando ni más ni menos que a Dios nuestro Padre del cielo. Orar es más, mucho más profundo, incluso mucho más sencillo, es ponerte en los brazos de Dios como un niño pequeño, que tiene problemas, se pone en los brazos de su padre y le cuenta con amor y con confianza profunda sus penurias.

La parte de la oración más importante ya la tenemos ganada, Dios es Padre que escucha, atiende nuestras súplicas y actúa en consecuencia. Lo que pasa es que en ocasiones nosotros pedimos cosas que quizás no nos convengan pues solamente podemos ver nuestro presente y tenemos memoria de nuestro pasado, pero desconocemos por completo lo que está por acaecernos. Es sencillo, sale una gran peregrinación a Santiago, quieres mirar cuantos son en esa multitud y no alcanzas a ver nada más que una pequeña parte, incluso si buscas un sitio alto logras ver algunos más, pero si te subes a un helicóptero ven TODA la peregrinación desde el principio hasta el fin, pues así nos contempla Dios a cada uno de nosotros desde que nacemos hasta que morimos, y Él en su amor nos otorga, a pesar de las penurias y sufrimientos aquellos que más nos conviene para el FIN ÚLTIMO que es nuestra salvación.


Por eso el mensaje principal de este Domingo es que no te canses de orar, no desfallezcas, insiste a tiempo y a destiempo, persevera, anímate, que Dios siempre está a la escucha pues es Padre y juez bueno. Además ¿no tenemos a quien intercede siempre por nosotros, Cristo Señor nuestro?, ¿y no tenemos una Bendita Madre en el Cielo que ruega siempre por nuestras penurias en este valle de lágrimas?, ¿acaso no es Ella ESPERANZA nuestra?, no hermano, no tenemos motivos para el desaliento ni el abandono, el Evangelio habla de insistencia, como esa pobre mujer ante el juez injusto que ni teme a Dios ni a los hombres, seamos creyentes fervorosos que AMAMOS, CREEMOS y ORAMOS con plena confianza y nos abandonamos no a la desesperación, ni a nuestra propia suerte, nos abandonamos en el corazón de nuestro Padre y Creador.

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