sábado, 1 de abril de 2017

V DOMINGO DE CUARESMA DEL CICLO A.





¡DE LA MUERTE, DIOS, SACA VIDA¡

En la primera lectura de Ezequiel, el Profeta nos anuncia cómo Dios, que es un Dios de VIDA y no de muerte, abrirá nuestros sepulcros y nos llevará a la NUEVA Israel.

En primer lugar Dios rescató de la muerte, la esclavitud, la opresión al pueblo de Dios y le dio una tierra nueva.

En segundo lugar, dios hace lo mismo con nosotros, nos saca a diario de la esclavitud del pecado, situación siempre de muerte y nos da la Gracia, SU GRACIA, situación siempre de vida. Vivimos el proceso de muerte y vida siempre que caemos en el pecado y siempre que somos valientes y capaces para abandonar la vida de pecado para vivir la de Gracia que nos ofrece Dios. Cristo ha sido nuestro libertador, en Cristo se hace posible este proceso de liberación que Dios nos ofrece y nos arranca del sepulcro para vivir en la gracia de Dios nuestro Padre y Creador.

La segunda lectura está tomada de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos, en ella el apóstol nos pide que tengamos altura de miras dado que el Espíritu de Cristo resucitado habita en nosotros, por tanto no podemos quedarnos cómodamente viviendo según la carne, como si fuéramos cualquier cosa, dado que Él nos ha liberado, nos ha purificado, nos ha elevado a la situación más alta que hombre alguno pueda llegar, destinados a estar junto al Señor en el cielo. Todo eso gracias a ese mismo Espíritu que resucitó a Jesús de la muerte y nos resucitará también a cada uno de nosotros.

La cuestión es que todo esto que suena para nuestros oídos mortales casi escandaloso puede ser verdad, el descubrir esa veracidad de lo que nos dice la Palabra tiene que ser nuestro objetivo, y hoy, como siempre lo hacemos gracias a las obras realizadas por Jesús.

El Señor no se quedó en plantear hechos, también realizó milagros que afirmaron sus palabras, y el Evangelio de hoy nos manifiesta uno de sus más grandes milagros, a la vista de todos, para no dejar duda y para que nosotros reafirmemos nuestra fe. Se trata de la resurrección de su amigo Lázaro, que es también esa posibilidad que nos ofrece Dios de pasar nosotros, por la fe y las buenas obras de un proceso de muerte a un proceso de VIDA.

Que seamos capaces de trascender, de elevarnos, de no quedarnos a la altura del mismo suelo cuando podemos elevarnos mucho más alto, depende de cada uno de nosotros hasta donde en realidad queremos llegar.

Se cuenta que un niño un día encontró en el bosque un huevo, sin saber de quien procedía lo colocó con los que una gallina de su corral cobijaba, al poco tiempo salieron los pollos, resultó que todos eran preciosos, pero uno desentonaba totalmente, hasta la gallina estaba preocupada y apenada por ese hijito tan distinto y tan feo que había de criar.

Pasado el tiempo, aislado por ser distinto este animal asía ser como un águila que volaba a gran altura el corral de las gallinas, y se decía a sí mismo: “quien pudiera ser como ese águila que tiene la facilidad de volar tan alto y escapar a donde quiere”. No sabía que él no era un pollo de gallina, él era un pollo de águila. Pero nunca intentó experimentar alzar el vuelo, siempre vivió esclavo de limitaciones que no tenía por naturaleza pues era otra cosa muy distinta a lo que él creía ser en realiad.

Eso nos pasa a nosotros, nos apegamos a la condición humana sin darnos cuenta que Dios nos da capacidades para afrontar la realidad de la VIDA de otra manera muy distinta, que podemos remontar el vuelo e ir muy alto, estamos destinados no para terminar en un sepulcro, nuestro destino es el cielo con Dios nuestro Padre, el cielo con Jesús, nuestro redentor.

El viernes salía en un comentario de las lecturas de ese día esta oración de San Agustín que es muy propia para este comentario que he realizado para vosotros y creo os ayude particularmente, dice así:




“Señor, dame alas como de águila para que mi espíritu vuele a Ti y no desfallezca jamás. Descanse en Ti mi corazón, para que todas mis cosas logren serenidad y quietud; y desvanecida la oscuridad de mis inquietos pensamientos, te contemple claramente a Ti, dulce luz de mis ojos. Concédeme pues, te lo suplico, las alas de la contemplación, para que con ellas pueda volar a lo alto y llegarme a Ti”. Amén.

San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia.

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