viernes, 14 de julio de 2017

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO A





"EL QUE ESCUCHA LA PALABRA DEL SEÑOR HARÁ SU VOLUNTAD Y CUMPLIRÁ SU ENCARGO"

La primera lectura está tomada del libro de Isaías, aunque breve, nos hace reflexionar sobre lo que hacemos cada vez que escuchamos, semana tras semana la palabra de Dios. Ella viene a nosotros para que regrese a Dios cargada en obras, en buenas obras, como respuesta de nuestro amor a un Dios que nos ama, nos enseña, nos acompaña y quiere nuestro bien, pero sobre todo y por encima de todo quiere nuestra salvación. Ese trabajo cotidiano, el encargo del Señor, ha de ser esta lucha nuestra contra las fuerzas del mal, las fuerzas del mundo, para que no nos dejemos arrastrar por ellas y permanezcamos fieles a la PALABRA que se nos proclama.

El salmo nos habla de la semilla que cae en tierra buena y da fruto, en él apreciamos como el Señor se encarga de la tierra para que produzca, igualmente se encarga de cada uno de nosotros, su PALABRA siembra en nuestros corazones fe, amor y esperanza. Tenemos que responder con frutos agradables a nuestro Padre y Creador.

En la segunda lectura de San Pablo a los Romanos nos anima a afrontar las situaciones adversas de la vida con esperanza, hemos sido redimidos por Jesús, ese es nuestro gozo, nuestra alegría y nuestra esperanza. Este seguimiento del Señor puede causarnos dolor, la creación entera gime, nos dice, con dolores de parto, lógico es también que el dolor tampoco se aparte de nosotros, pero hemos de permanecer sobre todo fieles a Dios.

En el Evangelio de San Mateo nos habla del sembrador que arroja sobre la tierra la semilla esperanzada en que prenda, crezca y de fruto abundante, pero tal como nos lo explica el Señor, no toda la semilla que el sembrador arroja cae en el lugar adecuado.
Algo cae al borde del camino, significa que el maligno está al acecho para robarnos esa atención que debemos dar a la proclamación de la Palabra. Otras semillas cayeron entre las piedras. Esto significa ese que escucha la Palabra, pero es inconstante, no atiende al mensaje y termina olvidando lo dicho por el Señor. Otros granos cayeron entre las zarzas que ahogaron el trigo. Esto significa a los que escuchan la palabra, pero vienen a la iglesia llenos de sus preocupaciones, de sus anhelos, sus ambiciones que pesan más que la atención que presta a lo que escucha y “mata” el tiempo que tenía que dedicar a la Palabra de Dios y al Señor.
El resto del trigo cayó en buena tierra y da cosecha dependiendo de cada circunstancia, pero lo bueno es que de. No nos aflijamos si nuestros frutos no son abundantes, no a todos el Señor nos exige dar la misma cantidad o dar el tope, el 100 %, lo importante es que nos esforcemos cada día en dar lo mejor de nosotros mismos, y si vemos que aflojamos, decaemos o fallamos que sepamos pedir perdón al Señor, que para eso tiene a nuestra disposición los Sacramentos y empecemos con ilusión nuevamente.

No seamos como esos que miran sin ver, o escuchan sin oír, o caminan sin ir a ninguna parte, Dios nos da inteligencia para que usemos de ella y la apliquemos en nuestra vida, todos somos importantes para Dios. Todos hemos sido creados por Él con un propósito, una razón, nos toca a nosotros esforzarnos en averiguar que es lo que el Señor quiere de nosotros, que quiere el Señor de ti, para que te ha puesto donde estás. Muchas veces, si prestamos atención, nos daremos cuenta que al escuchar la Palabra que proclamamos en cada misa como que pensamos: “esto parece que lo ha dicho el Señor para mí”, pues eso, atentos a su Palabra, que caiga gozosa en nuestro corazón y que produzca frutos buenos y abundantes.


Hermanos, feliz domingo, feliz día del Señor para todos vosotros, que este día esté lleno de bendiciones para todos y reine la paz en vuestros corazones.

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