"EL QUE ESCUCHA LA PALABRA DEL SEÑOR HARÁ SU VOLUNTAD Y CUMPLIRÁ SU ENCARGO"
La primera lectura está tomada del libro de
Isaías, aunque breve, nos hace reflexionar sobre lo que hacemos cada vez que
escuchamos, semana tras semana la palabra de Dios. Ella viene a nosotros para
que regrese a Dios cargada en obras, en buenas obras, como respuesta de nuestro
amor a un Dios que nos ama, nos enseña, nos acompaña y quiere nuestro bien,
pero sobre todo y por encima de todo quiere nuestra salvación. Ese trabajo
cotidiano, el encargo del Señor, ha de ser esta lucha nuestra contra las
fuerzas del mal, las fuerzas del mundo, para que no nos dejemos arrastrar por
ellas y permanezcamos fieles a la
PALABRA que se nos proclama.
El salmo nos habla de la semilla que cae en
tierra buena y da fruto, en él apreciamos como el Señor se encarga de la tierra
para que produzca, igualmente se encarga de cada uno de nosotros, su PALABRA
siembra en nuestros corazones fe, amor y esperanza. Tenemos que responder con
frutos agradables a nuestro Padre y Creador.
En la segunda lectura de San Pablo a los
Romanos nos anima a afrontar las situaciones adversas de la vida con esperanza,
hemos sido redimidos por Jesús, ese es nuestro gozo, nuestra alegría y nuestra
esperanza. Este seguimiento del Señor puede causarnos dolor, la creación entera
gime, nos dice, con dolores de parto, lógico es también que el dolor tampoco se
aparte de nosotros, pero hemos de permanecer sobre todo fieles a Dios.
En el Evangelio de San Mateo nos habla del
sembrador que arroja sobre la tierra la semilla esperanzada en que prenda,
crezca y de fruto abundante, pero tal como nos lo explica el Señor, no toda la
semilla que el sembrador arroja cae en el lugar adecuado.
Algo cae al borde del camino, significa que el
maligno está al acecho para robarnos esa atención que debemos dar a la
proclamación de la Palabra. Otras
semillas cayeron entre las piedras. Esto significa ese que escucha la Palabra , pero es
inconstante, no atiende al mensaje y termina olvidando lo dicho por el Señor.
Otros granos cayeron entre las zarzas que ahogaron el trigo. Esto significa a
los que escuchan la palabra, pero vienen a la iglesia llenos de sus
preocupaciones, de sus anhelos, sus ambiciones que pesan más que la atención
que presta a lo que escucha y “mata” el tiempo que tenía que dedicar a la Palabra de Dios y al
Señor.
El resto del trigo cayó en buena tierra y da
cosecha dependiendo de cada circunstancia, pero lo bueno es que de. No nos
aflijamos si nuestros frutos no son abundantes, no a todos el Señor nos exige
dar la misma cantidad o dar el tope, el 100 %, lo importante es que nos
esforcemos cada día en dar lo mejor de nosotros mismos, y si vemos que aflojamos,
decaemos o fallamos que sepamos pedir perdón al Señor, que para eso tiene a
nuestra disposición los Sacramentos y empecemos con ilusión nuevamente.
No seamos como esos que miran sin ver, o
escuchan sin oír, o caminan sin ir a ninguna parte, Dios nos da inteligencia
para que usemos de ella y la apliquemos en nuestra vida, todos somos
importantes para Dios. Todos hemos sido creados por Él con un propósito, una
razón, nos toca a nosotros esforzarnos en averiguar que es lo que el Señor
quiere de nosotros, que quiere el Señor de ti, para que te ha puesto donde estás.
Muchas veces, si prestamos atención, nos daremos cuenta que al escuchar la Palabra que proclamamos en
cada misa como que pensamos: “esto parece que lo ha dicho el Señor para mí”,
pues eso, atentos a su Palabra, que caiga gozosa en nuestro corazón y que
produzca frutos buenos y abundantes.
Hermanos, feliz domingo, feliz día del Señor
para todos vosotros, que este día esté lleno de bendiciones para todos y reine
la paz en vuestros corazones.
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