Terremoto en México |
“EL SEÑOR
NOS PAGARÁ SEGÚN NUESTRO ESFUERZO AL ATARDECER DE LA VIDA ”
Isaías en la primera lectura nos llama a volver
nuestro corazón a Dios, está ahí, está cerca y hemos de caminar para
encontrarnos con él. La experiencia de la vida nos dirá una y mil veces que
aunque andemos despistados respecto al Señor el se manifiesta, se acerca a
nosotros, se hace el encontradizo, pues esos planes de Dios no son otros de que
nos demos cuenta de una vez que por muy “lejos” que veamos el cielo él se abaja
a nosotros para mostrarnos si compasión pues es un Dios misericordioso.
En la carta de Pablo a los FILIPENSES, nos muestra
esta incógnita sobre lo que quiere con su vida. Ojala cada uno de nosotros pudiéramos
tener claro que si partimos ya de este mundo vamos a estar por siempre con
Cristo en su gloria, o incluso que pidiéramos al Señor que prolongue más los
años de nuestra existencia en este mundo pues nos sentimos necesarios para la
vida y salvación del prójimo.
Pero hemos de ser prácticos, en la vida y en la
muerte somos del Señor, así que bien aquí o bien en la gloria de Dios anhelamos
o debemos anhelar estar con el Señor.
El Evangelio de Mateo nos narra la parábola del
jornalero que contrata trabajadores para su campo a distintas horas del día y
al final para a todos lo mismo indignando esta actitud a aquellos que habían
trabajado más horas en la jornada. Ante esta parábola lo que sí tenemos que
tener claro es que el Señor siempre para al atardecer. Por eso nuestra vida
tiene que ser una constante preparación para ese atardecer, para estar
trabajando, que no nos sorprenda ociosos, y mucho menos envidiosos, pensando
que si llevamos toda la vida siendo cristianos tenemos más derechos o más
recompensa que aquellos que se unieron a él a última hora.
Pidamos al Señor que al atardecer de nuestra vida seamos
juzgados por haber vivido una existencia plena de amor, compasión y misericordia para
con nuestros hermanos. Nada peor para el cristiano de a píe que sentirse
superior, prepotente, imprescindible, para Dios todos somos igual pues él nos
ama a todos con su corazón misericordioso y perdona siempre, la cuestión es si
el hombre prepotente puede acercarse al perdón de Dios, no por cuestiones de
Dios que siempre está dispuesto a perdonar y sí más bien por razón de
prepotencia que hace al hombre orgulloso pensar que lo puede alcanzar todo y
llegar a lo más alto sin necesidad de Dios. Cuidemos nuestra humildad, nos es
muy necesaria para llegar al Señor.
Que paséis un feliz Domingo día del Señor y que en
vuestras oraciones no os olvidéis en estos días del sufrimiento en América, por
los terremotos en México, los huracanes repetidos por todo Centro América y el
Caribe. Que nuestra oración, desde la distancia, sea solidaria con los que
sufren estas desgracias naturales. Que pensemos que con todo esto ya hay
bastante sufrimiento en nuestro mundo para que venga el hombre con su odio, su
maldad y su pecado a crear guerras, terrorismo y daño en el corazón de las
personas que quieren una vida tranquila y pacífica.
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