“VEN ESPÍRITU
DIVINO, MANDA TU LUZ DESDE EL CIELO”
La Palabra
proclamada en la primera lectura nos habla de hechos y de actitudes, un hecho
concreto es que la COMUNIDAD que aguardaba al Señor estaba reunida en ORACIÓN, era una comunidad quizás si muy acobardada, pero confiaba en
Jesús, oraba, se arropaban los unos a los otros, se confortaban mutuamente, se
daban amor y esperanza.
En nuestro mundo
globalizado tendemos a dispersarnos, a centrarnos en nosotros mismos, a pasar
de los demás. Hoy la gente joven camina por las calles y está en medio de
amigos con sus auriculares colocados en las orejas en actitud de pasar de todo
y de todos lo que me rodea y centrarme
en lo que me apetece y gusta. No hay especio para la ESCUCHA, no se escucha al
amigo que tienes al lado ¿cómo van a escuchar a Dios?, ¿cómo van a aguardar su
propio PENTECOSTÉS?, ESA ES PUES LA ACTITUD, la urgente necesidad que tenemos
de ESCUCHA, de escucharnos y de escuchar a Dios que se comunica con nosotros desde
el SILENCIO.
La segunda
lectura nos anima a confiar más en Dios quien está constantemente animándonos en
nuestra vida cristiana, todas nuestras buenas acciones vienen de él. Él obra en
todo y en todos, obra en nosotros, en nuestro corazón y todo lo bueno que
realizamos es bajo la acción constante del ESPÍRITU SANTO.
Es bueno leer y
meditar la Secuencia, en ella descubrimos la necesidad que tenemos de ese fuego
divino que infunda su calor el nuestros corazones helados por las frías
corrientes de nuestro mundo egoísta y duro, donde ante el dolor, el hambre, las
guerras y tantos males naturales miramos para otro lado para no complicarnos o
seguir con nuestra conciencia vacía.
El Evangelio nos
invita, en palabras de Jesús, a estar llenos del Espíritu Santo para que seamos
capaces de TESTIFICAR, nos urge a dar testimonio, para que seamos una comunidad
cristiana creíble, ya que por nuestras acciones seremos juzgados, y según lo
dicho anteriormente uno de nuestros pecados más comunes es el pasotismo, pues
la persona pasota no se complica la vida simplemente porque no se implica, no
se involucra en el dolor del mundo, en la agonía de una sociedad que se deja
arrastrar por la incredulidad y el fanatismo.
Que hagamos
espacios en nuestro corazón para que entre en nosotros la “fuerza” de Dios y
podamos caminar seguros hacia la verdad plena que de Él y sólo de Él procede.
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