sábado, 21 de octubre de 2017

DOMINGO 29 DEL TIEMPO ORDINARIO DEL CICLO A



“DAD A DIOS LO QUE ES DE DIOS Y AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR”

Este domingo ya de por sí es peculiar, celebra la Iglesia la Campaña del DOMUND, un compromiso de toda la Iglesia, por vocación cristiana, a ser parte de las misiones, hoy muy especialmente desde nuestras oraciones y con nuestra limosna. Anunciar el Reino de Dios no es hacer una campaña para comprar Biblias y Catecismos, que sí son necesarios, pero para poder llevar a los pueblos del tercer mundo la Palabra de Dios, esta tiene que ir envuelta en unas condiciones humanas y sociales dignas, a un niño desnutrido, sin pan, sin agua no se le puede hablar de Dios si no es dándole una vida más digna y la comida necesaria para sobrevivir, lo demás vendrá por añadidura.

Yo soy el Señor y no hay otro, y este Dios que anuncia Isaías a Ciro es el Dios que nos anunció a cada uno de nosotros Jesús nuestro Redentor. También él nos ha marcado, nos ha puesto una insignia, una cruz en la frente, en el pecho, en el corazón que nos identifica con los seguidores del Evangelio y nos transforma a cada uno de nosotros en predicadores de su Palabra para llevar a todas las partes del mundo el anuncio del Reino, pero un anuncio personalizado, concreto, de persona a persona, mirándoles a la cara, contemplando sus realidades, sus necesidades, sus vidas. Así el Señor se acerca a la gente de nuestro mundo y de nuestro tiempo a través de cada uno de nosotros, no importa que estemos a miles de kilómetros de distancia, si a uno de los pequeños de Dios les llega, aunque sea, un baso de agua fresca en un día caluroso, esto no quedará sin recompensa. No es necesario estar en la Misión en primera fila, eso ciertamente tiene mucho mérito, tiene mucho valor, es más que dar de lo que uno tiene, los misioneros se dan ellos mismos por la causa del Evangelio, pero ellos sin un ejército de retaguardia que les suministren lo que necesitan, poco pueden hacer, por eso tu aportación es tan valiosa a la hora del anuncio de la Buena Nueva.

Pablo a los Tesalonicenses como a nosotros que nos esforzamos en cumplir con la voluntad de Dios y el compromiso del anuncio del Reino nos desea GRACIA y PAZ. Este agradecimiento de Pablo a las Comunidades cristianas de Tesalónica es idéntico al agradecimiento de los cristianos que reciben nuestra ayuda, cercanía y consuelo, un corazón agradecido nos fortalece en la fe y nos hace ser con mucho mejores testigos del Evangelio de Jesús. Con nuestras obras reafirmamos nuestra FE.

El Evangelio de Mateo nos habla de esa pregunta con trampa que los fariseos presentan a Jesús sobre si es o no lícito pagar el impuesto al Cesar. La respuesta de Jesús no podría ser otra que “DAR A DIOS LO QUE ES DE DIOS Y AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR”. La cuestión es que damos nosotros, que aportamos a nuestra sociedad y que aportamos a Dios, si ciertamente hay un equilibrio entre lo uno y lo otro. Curiosamente cada domingo cuando se recoge la colecta que se hace en las celebraciones de las misas lo que más abundan son las monedas de menos valor. No podemos tener un corazón mezquino para Dios, en el Antiguo Testamento se daba para Dios el diezmo y las primicias, ¿Qué le damos nosotros?, pero también cabría que nos preguntáramos ¿Qué espero yo de Dios, que me puede dar si a Él le doy con corazón mezquino las migajas que caen de mi mesa?.


Hermanos queridos, que la Palabra de esta semana os conforte y ayude y que tengáis un feliz Domingo, día del Señor, en verdad gracia y paz para todos vosotros, que Dios os bendiga siempre.

sábado, 14 de octubre de 2017

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A



“-Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”

Vamos avanzando en este Mes de la Virgen del Rosario y rezo del mismo, hemos vivido en nuestro templo los cultos a la Virgen predicados por el Señor Obispo Mons. Juan José Larrañeta, O.P. que con un lenguaje de Pastor con olor a oveja ha sabido llegar tanto a la gente sabia y entendida como a los más humildes y sencillos y ha logrado día a día entusiasmar a la feligresía que prácticamente cada día llenaba el templo de Santo Domingo.

Hoy la Palabra comienza hablándonos de que seremos invitados a un banquete exquisito en el monte del Señor, allí no solamente saciaremos nuestra sed y nuestra hambre, allí recibiremos, en el monte santo, el consuelo del Señor, ya que solamente él puede saciar todas nuestras necesidades, solamente él puede responder a todas nuestras preguntas, solamente él puede llenar todos nuestros vacíos, él todo lo completará, a cada uno de nosotros nos ha de saciar, nos ha de confortar.

En nuestra espera a este día dichoso tenemos, como el Apóstol San Pablo, en la pobreza o en la riqueza, en la hartura o en el hambre no dejar a un lado al Señor, pues como él tenemos que decir y decirnos a nosotros mismos con mucha frecuencia esta frase de la segunda lectura que tendríamos que enmarcar en oro: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” y poner nuestro corazón no en las angustias, en los miedos, en el que será el día de mañana y sí en el Dios que es amor, compasivo y misericordioso, cercano al hombre, que con suma generosidad proverá todas nuestras necesidades.

En el Evangelio, con esta parábola de Jesús del rey que invita a la boda de su hijo, una vez más nos muestra el Señor como desperdiciaron tiempo, leyes, vida aquellos a quienes estaba en primer término destinados a experimentar el reino de Dios y por sus apegos, costumbres, ceguera no fueron capaces de reconocer al Mesías cuando llegó, por eso manda a sus criados salir a plazas y caminos para que todos, también nosotros, los pueblos gentiles, fuésemos invitados al banquete del Hijo.

Pero curiosamente en la parábola el Rey que saludó uno por uno a todos los comensales reparó en que uno no tenía la ropa adecuada para tal acontecimiento. Nosotros somos invitados todos los días al gran banquete de la Eucaristía y tenemos que pensar seriamente si nos acercamos a este Sacramento con la limpieza adecuada y la ropa de fiesta o por el contrario vamos a recibir al Señor sin pensar siquiera en qué condiciones estamos.

Ya no se trata de la ropa literalmente, pero dado que últimamente parece se ha perdido el juicio en muchas personas, bueno sería que más de uno pensaran que entrar con esas ropas en la iglesia no es mi mucho menos adecuado y menos aún acercarse a recibir la comunión vestidas o vestidos de tal manera, y que decir de los “modelitos” en bautizos o bodas, algunos rayan ya con el escándalo y algún día se encontrarán con que alguien les dirá que así, con esas maneras de vestir no se puede entrar en una iglesia.

Pero lo más importante es ese vestido interno, como tienes tu corazón, como está de limpia la vestimenta del alma, pues en la presencia de Dios, por tanto en la Comunión y cuando se recibe cualquiera de los sacramentos todo ha de ser blancura, limpieza total, esplendor, precisamente el Sacramento de la Penitencia está para eso, para darnos ese esplendor que tenemos que tener a la hora de acercarnos al banquete que el Señor nos ofrece especialmente cada domingo.


Que paséis un feliz Domingo, día del Señor y Él os colme con sus abundantes bendiciones, tanto para vosotros como para vuestros familiares y amigos, más concretamente para aquellos que más necesitan de la bendición del Señor.

miércoles, 4 de octubre de 2017

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO DEL CICLO A.




EN ESTOS TIEMPOS REVUELTOS NO DEJEMOS DE CANTAR UN CANTO DE AMOR A LA VIÑA DEL SEÑOR DONDE TODOS, JUNTOS, HERMANADOS, ALEGRES, TENEMOS QUE TRABAJAR.

Isaías en la primera lectura nos “obliga” de alguna manera a pensar. ¿Qué hago yo con mi vida?, ¡Qué produzco en beneficio del Padre que me dio la vida, me ofreció un gran número de ideas, capacidades, deseos, para que se plasmen en hechos concretos que beneficien a mis hermanos y me beneficien también a mí?.

Es penoso este lamento de Isaías, el verse obligado el amigo a quitar la valla de la viña, despojar su “tesoro” de la protección que tenía, abandonarla a su suerte y todo por negarse a producir, a dar el fruto que de ella se podía esperar.

Así sucederá con cada uno de nosotros que malgastando tiempo y recursos estamos en otra parte en vez de estar trabajando donde el Señor nos quiere y nos necesita. No tenemos escusa, no podemos culpar a nadie, somos responsables de lo que somos, de lo que hacemos a diario con nuestro cuerpo, con nuestra alma, con nuestra vida, con nuestros hermanos, con nuestro entorno, con nuestra Iglesia, con nuestra Patria, con nuestro MUNDO, sí, también con la naturaleza y toda la obra creadora de Dios que ha puesto en nuestras manos no para que abusemos y sí para usar de ella desde el amor y el respeto por toda criatura, por la vegetación, por el ambiente.

Recordemos, y las lecturas de este tiempo relacionadas con la VIÑA nos habla de ello, que el pueblo de Israel desperdició su tiempo, perdió su oportunidad al no estar a la altura de miras que el Señor por boca de los profetas esperaba de ellos. Lo verdaderamente terrible sería que nosotros, cristianos de a píe, nos despistemos de lo esencial del Evangelio de Jesús y tenga que venir Dios un día a quitarnos a nosotros también de su camino por falta de miras. Ya de por sí es bastante alarmante ver como muchos que se dicen llamar Católicos tradicionalistas atacan con saña y dureza al Papa Francisco y a los Pastores que siguen su estilo de ir a las fuentes, al Evangelio, a asemejarnos más y mejor con el Jesús pobre que ama a todos, que quiere que todos se salven, que todos lleguen a la felicidad que el Padre nos ofrece, pero que ellos con su mentalidad tradicionalista se han quedado anclados en cuatro ropajes, ritos, gestos, normas, leyes… esto suene a algo ya antiguo, suena a una actitud que tendríamos que tener ya de sobra superada: LA ACTITUD DE LOS FARISEOS.

San Pablo en la carta a los Filipenses nos exhorta a no preocuparnos de otra cosa que no sea la de que llegue al Padre nuestra oración, y sabemos por el Evangelio que antes de presentar nuestra oración al Padre tenemos que tener nuestro corazón limpio de ofensa alguna a nuestro prójimo. Así como desechar lo que no sirve para dar importancia a lo que en verdad vale para nuestra salvación.
En el Evangelio de San Mateo se nos relata una parábola que nos introduce en el tema planteado ya por Isaías, el profeta habla de lo que sucederá en Israel algún día, Mateo nos dice lo que sucede con Jesús, sacado de la ciudad santa y crucificado a las afueras.

Triste es el último anuncio de Mateo que narra lo predicado por Jesús: “Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”. Estas palabras nos tienen que hacer pensar que estamos haciendo mal y que hacemos bien, que tenemos que quitar de nuestra vida y a que tenemos que adherirnos para no sufrir el mismo castigo ni tropezar de nuevo en la misma piedra. Tenemos como ventaja respecto a la tozudez del pueblo judío en tiempos de Jesús, que Él nos ha mostrado como es, como actúa, como ama nuestro Padre Dios. Que perdona siempre, que nunca se cansa de perdonar porque su amor supera incluso la idea que nosotros podamos tener de lo que es e implica realmente AMAR.

Por este motivo mostremos en la celebración de la Santa Misa nuestro agradecimiento a Dios, vivamos toda la celebración con cada una de sus partes, que todas forman el conjunto de lo que en verdad celebramos en la MISA y no desechemos algunas de ellas por pensar que son menos importantes o por creer que otras nos son de más necesidad. La Misa es Misa cuando la celebramos y vivimos entera, participando en toda ella, no limitándonos a contestar y a comulgar, tenemos que VIVIRLA, pues sin esta vivencia difícilmente acertaremos a realizar el trabajo que el Señor nos encomienda en su viña, sin una escucha, sin un dialogo, sin nada que presentar a Dios en el ofertorio de nosotros mismos, de nuestra propia cosecha la Misa puede ser tan vacía, tan sosa, tan sin vida como esa viña sin cerca pisoteada y expuesta al pillaje.


Que paséis un feliz Domingo, día del Señor, que todos nos esforcemos, con alegría, a trabajar en su viña.