jueves, 15 de marzo de 2018

DOMINGO V DEL TIEMPO DE CUARESMA DEL CICLO B.




QUERER VER A JESÚS: ESA ES NUESTRA ILUSIÓN, NUESTRA LUCHA Y NUESTRA META”

En a primera lectura Jeremías hace un anuncio que sobre para todo límite de tiempo, una nueva “ALIANZA” entre Dios y los Hombres que va más allá de un tiempo concreto, de un pueblo concreto, más allá incluso de una religión.
Y es que las alianzas que ha hecho el Señor con el Hombre no tienen una fecha como límite, ni siquiera un final ya marcado, pues estamos hablando de Alianzas sumamente frágiles, no por parte de Dios, que para Él sí es SI y no es NO, pero esto, por desgracia no pasa entre nosotros que en ocasiones aceptamos el Sí, otras veces nuestro sí es no y un término medio que no es ni ruptura ni aceptación del plan de dios para con nosotros. Somos así de ambiguos,  no lo podemos evitar, es como si estuviera en nuestro ADN, en nuestros genes. Por eso Dios con suma facilidad nos pone a nuestro alcance un nuevo plan, una alianza que va más allá de la del Sinaí, esta no está escrita en piedra, está escrita en el corazón de cada hombre y mujer que tienen buena voluntad y quieren encontrarse con Dios.

Lo importante es que tomemos bien en serio al Profeta y de verdad seamos, nos sintamos de verdad pueblo de Dios, y dejemos que Dios sea nuestro Dios y no andemos como pasmados buscando dioses falsos que llenen todos nuestros vacíos, que triste imagen a este respecto está ofreciendo nuestra pobre sociedad cuando se sale de sus cauces y se endiosa, o como ha sucedido recientemente, con algunas feministas, han querido ocupar el lugar de Dios, por eso sus lemas ofensivos contra Dios, la Virgen y la Iglesia, cuando hay muchos de esos lemas que manifestaron en sus proclamas que con toda seguridad la Iglesia podía haber firmado pues esa lucha de igualdad es más antigua que nuestra memoria y está plasmada en el Evangelio de Jesús y la Santa Escritura.

La breve Carta a los Hebreos nos muestra a Cristo doliente, Cristo sufriente, que acepta por encima de todo el plan de Dios para librarnos de la esclavitud del pecado, no se trata de un Cristo derrotado que ya no puede hacer otra cosa, se trata de un Cristo que con profundo dolor asume esa voluntad Suprema y la hace suya por puro amor, ahí, en este relato no hay otra cosa que dos grandes amores, el amor de Dios hacia su obra más querida, el Hombre y el amor del Hijo hacia su Padre y su plan de redención, es decir, su última alianza con el Hombre.

Por último, el evangelio de Juan no tiene desperdicio. Nos habla de esa “hora” que ya ha llegado, la hora de la glorificación no de él, al Padre. La glorificación de Jesús será en la Cruz, desde la Cruz no solamente es glorificado, nos llena, nos abarca a todos nosotros, nos glorifica con Él, nos redime y salva. La Cruz es el cumplimiento de la voluntad de Dios y la aceptación del Hijo obediente que acoge su plan y lo realiza para nuestra salvación.

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”.  Esta frase manifiesta esa verdad de Jesús, que ha de llegar hasta el sepulcro para que resurja la Gloria de Dios, ese proceso de muerte y vida está estrechamente marcado de toda nuestra existencia, desde nuestro bautismo, donde al ser sumergidos en el agua morimos al hombre viejo, pero resurgimos inmediatamente a ese hombre nuevo de la Nueva Alianza hecha por Jesús para nuestra salvación, pero también está en nosotros cada vez que pecamos y morimos a la gracia, pero al recibir el Sacramento de la Reconciliación salimos nuevos, renovados, revividos por Cristo Señor Nuestro. Y finalmente cuando nos llegue la hora y nuestro cuerpo se derrumbe, él que es la morada de nuestra alma, esta, adquirirá una morada nueva en el Cielo donde ya no experimentaremos ni el dolor, la pena, las lágrimas, nuestra vida será alegría y júbilo.
Hermanos, con este Domingo entramos ya en la Semana de Pasión, antesala de la gran Semana Santa, que paséis un feliz Domingo.

Granada, 16 de Marzo de 2018
Fr. Francisco E. García, O.P.

miércoles, 7 de marzo de 2018

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA DEL CICLO B.



“EL GRAN AMOR QUE DIOS NOS TIENE QUEDA MANIFESTADO EN EL AMOR DE JESÚS POR TODOS NOSOTROS”

La semana pasada no pude conectarme a internet por un fallo en la red, las cosas modernas nos juegan en ocasiones estas malas pasadas.

Vamos avanzando por el desierto de la CUARESMA  y vamos profundizado a la luz de la Palabra de Dios en nuestro pobre caminar esperanzados en que si estamos con Jesús, si nos unimos a su CRUZ REDENTORA encontrando fuerzas para sobrellevar la cruz nuestra de cada día nuestro destino no es otro que gozar de la Pascua del Señor.

No todas las cuaresmas han de ser iguales, cada uno de nosotros sufrimos grandes y en ocasiones graves cambios que nos obligan a hacer una meditación profunda y ver lo nuevo en nuestro presente y lo viejo en el pasado. Al igual que el pueblo judía que después de las experiencias amargas vividas en el destierro de Babilonia se ven forzados a hacer una NUEVA reflexión de su historia que les muestra lo amargo que es querer vivir la vida de espadas a Dios.

En la lectura del segundo libro de las Crónicas que leemos hoy vemos a que conduce la cerrazón del pueblo que quiere pasar de Dios para hacer su voluntad, a pesar del esfuerzo por parte de Dios en mandar mensajeros que  les advirtieran de que sin Dios no puede haber felicidad, esta existe cuando hay FIDELIDAD al plan de salvación, a la alianza entre Dios y el Hombre y el Hombre con Dios.

Como entonces en tiempo del Rey Ciro, ahora en nuestro tiempo, son muchos los que se entregan por completo al abandono de los mandatos de Dios y desprecian sus leyes, pero siempre hay un resto que permanece firme en la FE a nuestro PADRE del Cielo, no desaprovechemos las enseñanzas que esta Palabra nos da a cada uno de nosotros y acudamos alegres a la Casa del Señor para sellar nuestro pacto por Cristo nuestro Redentor en cada celebración del Sacrificio de la Eucaristía para que nuestra vida cristiana recobre cada día el sentido que ha de tener y nuestra fidelidad llegue a su plenitud sin que seamos arrastrados por la corriente del mundo que nos quiere llevar a un mundo sin Dios. También nosotros, como los judíos entonces tenemos que releer nuestra vida desde el plan de Dios que Cristo nos ha transmitido y nos ha dejado en la Iglesia. La vida de amor, entrega y generosidad que nos dan los Sacramentos.

Es el mensaje que nos da San Pablo en la carta a los Efesios. Todo lo hemos alcanzado por Cristo, su pasión y muerte nos llevan directos a resucitar con Él. “Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”.

La salvación que se nos da, es eso, se nos da, no es algo que nosotros nos ganamos, es un DON dado por Él, que está ahí, si vivimos con Él lo tenemos a nuestra entera disposición, si le rechazamos a Él, rechazamos su don, la salvación.

El Evangelio de San Juan nos habla del dialogo de Jesús con Nicodemo, donde retornando a los tiempos de Moisés, Jesús, nos dice que nuestra victoria, es decir, la salvación, está en que el Hijo sea elevado en lo alto de la Cruz y así atraerá para nosotros la curación de nuestras maldades y el perdón de todos nuestros pecados.

“El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.

Avivemos nuestra fe en aquel que todo lo puede y que no hace más que darnos gracia tras gracia para que vivamos las realidades de nuestro tiempo, estamos en la tierra y nuestros píes han de estar bien asentados en ella, pero sin olvidarnos jamás de las realidades eternas. Lo de aquí es pasajero, lo importante la la eternidad junto a Dios en el cielo.

Queridos hermanos, que paséis un feliz cuarto domingo de cuaresma y avancéis por este desierto cuaresmal hacia la Pascua llena de luminosidad y esperanza para un día alcanzar la otra Pascua, el encuentro con el Señor en el cielo. Feliz Domingo.