jueves, 28 de septiembre de 2017

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO DEL CICLO A




“ESTAMOS EN CAMINO HACIA EL REINO”

Sí, hemos comenzado un camino hacia Jesús, caminar hacia él significa que hemos emprendido la marcha de la justicia, el amor fraterno, la humildad y sobre todo, para llegar cómodamente a la meta, un camino de conversión constante, un aprendizaje muchas veces a base de tropezones de retornar al camino marcado, cuando por causa de nuestra manera de ser, nuestras prisas, nuestros egoísmos queremos coger atajos que pronto nos demostrarán no llevarnos a parte alguna si no a otros derroteros donde nos espera el precipicio, la ruina.

Salir de la seguridad del camino marcado por el Evangelio es, como dice la primera lectura hablando del proceder de Dios, “cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió”. Lo mismo que “cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”.

Lo tenemos fácil, el Señor que nos ama por encima de todo y que nunca se cansa de perdonarnos nos da los instrumentos para rehacernos y encaminarnos de nuevo por el camino de la salvación. Él ha muerto en una CRUZ por amor a toda la humanidad, pero más concretamente por amor a los pobres descarriados, para que tengan el coraje de rehacerse y enfrentarse a sus demonios y volver a Jesús.
Como confiamos que esto es así, repetimos una y muchas veces, tanto en el Salmo como en la vida: “Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna”.

Esto lo lograremos dejando a un lado el individualismo y viviendo en la unidad de Cristo, es el mensaje de San Pablo a los Filipenses y hoy el mensaje dirigido a todos nosotros cristianos del s. XXI.

Curiosamente nos dice el Apóstol: “No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás”. Muy apropiado para esta mentalidad simplista de nuestra época donde predomina más lo mío que lo nuestro, y es alcanzando a comprender la dimensión de lo nuestro como nos hacemos uno todos nosotros y nosotros uno con el Señor como el Señor es uno Con Dios nuestro Padre del cielo.

Por eso es necesario hacer un alto y ver cómo estamos de actitudes, que es lo que nos plantea San Mateo en el Evangelio de hoy cuando el Señor, en una de sus parábolas nos habla del padre que manda a sus dos hijos a trabajar a la viña, el uno le dice que sí, pero no va, el otro que no, pero va.

Con esto alude a la actitud farisaica que viniendo el Hijo de Dios que había sido anunciado desde antiguo por su apego a la ley y las costumbres son incapaces de reconocerle cuando llega. También a nosotros nos advierte el Señor que podemos quedarnos al borde del camino si nuestras actitudes no concuerdan con el Evangelio de Jesús.


Hermanos, que meditemos la Palabra proclamada este domingo, día del Señor y que la felicidad que sólo da Dios habite en vuestros corazones. Feliz día del Señor.

jueves, 21 de septiembre de 2017

LOS DOS BANQUETES DE SAN MATEO






Hoy celebramos la fiesta de San Mateo, el rico publicano que quedó maravillado de la inmensa pobreza de Jesús y decide invitarlo a un banquete en su casa para conocer al Maestro. En este banquete no solamente se convierte Mateo al Señor, se convierten cantidad de pecadores y publicanos que al ver el ejemplo de la conversión de Mateo les arrastra a ellos también a buscar al Señor y seguir sus pasos de paz, amor, comprensión y misericordia.

El segundo banquete es el interno, según nos dice el Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo, si quieres entraré en tu casa y comeremos juntos”. Mateo después de este primer encuentro con el Señor ya abrió la puerta de su corazón para que el señor habitara de continuo su corazón. Su vida ya quedó ligada hasta la eternidad con el Maestro.


Que nosotros sepamos renunciar a tantas cosas materiales que no nos aportan nada espiritual y abramos nuestro corazón, como San Mateo, para que el Señor sea el invitado a compartir nuestra vida con él y así logremos la felicidad verdadera.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO DEL CICLO A:

Terremoto en México




“EL SEÑOR NOS PAGARÁ SEGÚN NUESTRO ESFUERZO AL ATARDECER DE LA VIDA

Isaías en la primera lectura nos llama a volver nuestro corazón a Dios, está ahí, está cerca y hemos de caminar para encontrarnos con él. La experiencia de la vida nos dirá una y mil veces que aunque andemos despistados respecto al Señor el se manifiesta, se acerca a nosotros, se hace el encontradizo, pues esos planes de Dios no son otros de que nos demos cuenta de una vez que por muy “lejos” que veamos el cielo él se abaja a nosotros para mostrarnos si compasión pues es un Dios misericordioso.

En la carta de Pablo a los FILIPENSES, nos muestra esta incógnita sobre lo que quiere con su vida. Ojala cada uno de nosotros pudiéramos tener claro que si partimos ya de este mundo vamos a estar por siempre con Cristo en su gloria, o incluso que pidiéramos al Señor que prolongue más los años de nuestra existencia en este mundo pues nos sentimos necesarios para la vida y salvación del prójimo.

Pero hemos de ser prácticos, en la vida y en la muerte somos del Señor, así que bien aquí o bien en la gloria de Dios anhelamos o debemos anhelar estar con el Señor.

El Evangelio de Mateo nos narra la parábola del jornalero que contrata trabajadores para su campo a distintas horas del día y al final para a todos lo mismo indignando esta actitud a aquellos que habían trabajado más horas en la jornada. Ante esta parábola lo que sí tenemos que tener claro es que el Señor siempre para al atardecer. Por eso nuestra vida tiene que ser una constante preparación para ese atardecer, para estar trabajando, que no nos sorprenda ociosos, y mucho menos envidiosos, pensando que si llevamos toda la vida siendo cristianos tenemos más derechos o más recompensa que aquellos que se unieron a él a última hora.

Pidamos al Señor que al atardecer de nuestra vida seamos juzgados por haber vivido una existencia  plena de amor, compasión y misericordia para con nuestros hermanos. Nada peor para el cristiano de a píe que sentirse superior, prepotente, imprescindible, para Dios todos somos igual pues él nos ama a todos con su corazón misericordioso y perdona siempre, la cuestión es si el hombre prepotente puede acercarse al perdón de Dios, no por cuestiones de Dios que siempre está dispuesto a perdonar y sí más bien por razón de prepotencia que hace al hombre orgulloso pensar que lo puede alcanzar todo y llegar a lo más alto sin necesidad de Dios. Cuidemos nuestra humildad, nos es muy necesaria para llegar al Señor.

Que paséis un feliz Domingo día del Señor y que en vuestras oraciones no os olvidéis en estos días del sufrimiento en América, por los terremotos en México, los huracanes repetidos por todo Centro América y el Caribe. Que nuestra oración, desde la distancia, sea solidaria con los que sufren estas desgracias naturales. Que pensemos que con todo esto ya hay bastante sufrimiento en nuestro mundo para que venga el hombre con su odio, su maldad y su pecado a crear guerras, terrorismo y daño en el corazón de las personas que quieren una vida tranquila y pacífica.



jueves, 7 de septiembre de 2017

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO DEL CICLO A.



“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.


Según la primera lectura de este domingo, el profeta Ezequiel nos recuerda que somos atalaya, no estamos en la vida por un accidente de la naturaleza,  hemos sido “pensados” por Dios y él nos ha traído a este mundo con un propósito, una misión. Dentro de este propósito de Dios no es el mirarnos a nosotros mismos, el buscar nuestra salvación, nuestra felicidad, seremos salvados, seremos felices en la medida que miremos a los demás con entrañas de amor, de misericordia, cuando nos preocupemos por la salvación de todos, sin rechazar a nadie, sin excluir, sin tener “mi parcela” de la que me preocupo o por la que lucho descartando a las otras parcelas.

En la Carta de San Pablo a los Romanos el Apóstol nos habla del amor, que es el ceñidor de todo, pues quien ama no peca, pues el amor vence al pecado, vence al egoísmo y vece a todo mal, ya lo decía con otras palabras pero muy parecidas San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. Que es lo mismo a lo dicho hoy por San Pabro: “El que ama tiene cumplido el resto de la ley. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso AMAR ES CUMPLIR LA LEY ENTERA

De esta manera conectamos también con lo dicho en la primera lectura por Ezequiel, sin amor no podremos jamás ser atalaya de nadie ni para nadie, solamente el amor puede darnos la fortaleza necesaria para salir de nosotros, de nuestros egoísmos, de nuestros problemas y necesidades, de nuestras cruces y penas para fijarnos en el otro que camina a nuestro lado, en el resto de los hombres y mujeres que viven a nuestro alrededor. El amor vence todo, derriba toda muralla, sacude las durezas de los corazones más egoístas, doblega las voluntades más cerradas en si sí mismas y nos abre a la aventura del dar, del compartir, de vivir con ilusión y esperanza la vida de comunidad; la comunidad familiar, la parroquial, la religiosa, la vecinal, la municipal, la nacional, la comunidad mundial. Somos seres sociables, no seres individualistas, hemos nacido para vivir juntos, amarnos juntos, compartir lo que somos y lo que tenemos, no por profesión, por vocación, con los demás.

En el Evangelio de San Mateo nos viene a repetir la misma idea, pero pone el dedo en la llaga. Somos muy dados al chisme, a la crítica, a la difamación de aquel que nos ha hecho algo o simplemente no nos cae bien, pero Jesús nos habla de la corrección fraterna. No te quedes con la ofensa rumiándote tu interior y destrozándote por dentro, corrige al hermano, dile lo que hace mal o dice y no es cierto, pero desde la caridad, que es el amor.

Nos quiere hacer pensar Jesús en lo valioso que es el estar unidos, libres de egoísmos y discordias, de esta manera es cuando conseguiremos de Dios, si lo pedimos en comunidad y estando nuestros corazones en paz, nos dará todo lo que necesitemos, nos dice: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Hermanos, feliz domingo, feliz día del Señor para todos vosotros, que os colme de sus bendiciones.

domingo, 3 de septiembre de 2017

MI VIDA, MIS ANHELOS Y JESÚS



Anhelar el proyecto de Jesús ha de ser la tarea que nos recomienda este Domingo XXII del tiempo ordinario. Contemplar esta vida nuestra tan dada a soñar con fantasías, con una existencia sin dolor, sin penas, sin sufrimiento; quisiéramos que hasta sin muerte... Pero hoy viene Jesús a decirnos que su vida ha de pasar por la pasión, por la CRUZ, por la muerte para llegar a la resurrección, a la VIDA auténtica, a la misión encomendada por el Padre Eterno.

Pero esta vida escogida por el supremo AMOR redentor de Cristo es la que nos pide que hagamos nuestra. Este mensaje evangélico de hoy nos advierte que de nada nos vale ganar el mundo entero si malogramos la VIDA, el alma, que no es caduca, que es eterna, que está destinada para la eternidad junto a Dios.

Las palabras del profeta Jeremías, seducido por Dios, pero roto por dentro ante las limitaciones humanas y la sordera de aquellos a quienes estaba destinado su mensaje nos tiene que hacer pensar que nuestro mundo no es tan distinto ni está tan distante como el mundo de Jeremías. Nuestra predicación, nuestra palabra, nuestra misión se puede ver amenazada ante la indiferencia del mundo, el endiosamiento del hombre, la apatía del cristiano que no se esfuerza en alcanzar el misterio de Jesús, que cree, pero con fe caduca y limitada, reprimida y vana por los tentáculos del mal en el mundo que todo lo quiere presentar como relativo, difuso, confuso y nuestra pobreza nos hace ser seducidos, pero no por Dios y sí por la corriente del mal que fluye por la vida.

La clave para salir de esta lamentable situación está como siempre en el Señor. Él nos anima como el Apóstol en la segunda lectura a ser "hostias vivas" es decir, presencia de Dios que es capaz de darse, de inmolarse por los demás; hombres y mujeres de este siglo XXI capaces de dejar de estar todo el día contemplándonos como si fuéramos nosotros el CENTRO DE TODO y no lo somos, el CENTRO es Cristo, pero llegar a este centro significa tener claro que hay que coger con esperanza y fe la cruz de cada día y seguir los pasos del Maestro, y no sólamente esto, al mismo tiempo que aprendemos a cargar con nuestra cruz no dejar de ver a quienes peregrinan a nuestro lado con cruces demasiado pesadas y necesitan de nuestra aportación, nuestra cooperación. Hay que alargar la mano con intención de empujar, salir de nosotros mismos, ser solidarios con los demás.

Por eso Cristo abrazó su Cruz solidaria, hecha de los pecados de todos para redimir, purificar, sanar a la humanidad, no a un grupito o a los cristianos, a todos, a toda la humanidad.

Que Dios os bendiga en este Domingo.


Palomas blancas llegaron bien


Lignum Crucis





Se han terminado ya las vacaciones, devuelta en la rutina, pero también en la ilusión del trabajo, de poder servir al Señor por los hermanos, por la feligresía pues la vida del cristiano no es ser maestros, padres, sacerdotes, esta vida cotidiana no es otra cosa que ser compañeros unos de otros del peregrinaje hacia la Casa del Padre, y en este peregrinar todos vamos juntos, todos necesitamos ayudarnos unos a otros, todos enseñamos algo valioso y todos aprendemos algo de gran valor de los que peregrinan a nuestro lado.

Una única salida de mi pueblo de Ormas, como peregrino a ganar el Jubileo del Año Santo a la Santa Cruz de Santo Toribio de Liébana. Una experiencia maravillosa. Fuimos mi hermano José Ramón que me llevó en su coche y yo, llegamos antes de las 10 de la mañana, a las 10 entramos por la puerta del PERDÓN y adoramos la Santa Cruz, esperamos a las 12 para la Misa del Peregrino, que siendo lunes estaba abarrotada la iglesia de gente, peregrinos de toda España, de lugares remotos de Europa y de otros Continentes. Una auténtica experiencia religiosa.