miércoles, 21 de diciembre de 2011

A LAS HERMANDADES DE SANTO DOMINGO Y DEMÁS FELIGRESES DE LA PARROQUIA


…..Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Estamos a las puertas de un nuevo año, y como cada año la Iglesia que es madre y maestra nos anima a vivir el tiempo litúrgico con profundo entusiasmo para que ese Verbo encarnado habite en nosotros y nos dejemos transformar por Él.
Es frase ya común el decir que Dios, nuestro Padre amoroso es el Alfarero y nosotros somos la arcilla. Él nos moldea, pero nosotros tenemos que poner de nuestra parte para que de cada uno de nosotros salga una buena obra de arte, tenemos que tener la mejor arcilla, cuidarla, que esté en las mejores condiciones para ser amasada.
El alfarero que se plantea un trabajo si tiene oportunidad escogerá la mejor arcilla, no cualquier arcilla, la que reúna las mejores cualidades para que de ella salga un buen trabajo.
Como cristianos comprometidos que militamos en instituciones de la Iglesia tenemos que esforzarnos en conocer el plan de Dios para los hombres, para así poder estar siempre activos y dispuestos para hacer su divina voluntad, pero este plan no lo podremos desarrollar activamente si desconocemos a Dios o no conocemos lo suficiente de Él. Tampoco si no le amamos. ¿Amamos a Dios?, la respuesta no puede ser su sí sin meditar antes, amaremos a Dios en la medida que sepamos de él. Nadie puede amar a un desconocido, para amar de verdad hay que conocer. Para conocer a Dios tenemos que leer las Sagradas Escrituras.
La Iglesia nos recuerda: “El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, especialmente a los religiosos la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Fil.3.8), pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo.
Recuerden los fieles que la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues con Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos los oráculos divinos. (DV 25)".
¿Pero como leemos la Biblia?. Las Sagradas Escrituras no es El Quijote o una novela o un libro de historia aunque tenga muchos relatos históricos. La Biblia es el libro de Dios, el libro con el que Dios se pone en contacto con los hombres y es el libro que nos descubre quien es el Verbo encarnado, cómo vivió y lo que hizo por nosotros, por tanto para leer la Biblia es necesario que:
1-     Invoquemos al Espíritu Santo, que nos permita reconocerle a El como la luz de la verdad y así la lectura sagrada nos sirva para conociendo a Jesús poder amarle con sincero corazón.
2-     Leer la Palabra de Dios (lectio). Teniendo en cuenta que para entrar en su palabra tienes que ponerte a la escucha. Es Él quien habla.
3-     Meditar la Palabra de Dios (meditatio). Ver que te transmite esta palabra de Dios, que te sugiere, que importancia tiene para ti, y sobre todo analiza si estás dispuesto a dejar que esta Palabra te penetre para que pueda convertirte.
4-     Ora la Palabra de Dios (oratio) En tus oraciones hablas a Dios, con la Palabra Dios te habla.
5-     Contempla la Palabra de Dios (contemplatio)  La contemplación es un Don del Espíritu que brota de la experiencia de la lectio.
6-     Actúa y conserva la Palabra en tu vida (actio) Tienes que hacer de la Palabra una escuela de vida.
Así el ideal de vida de Santo Domingo de Guzmán que le llevó a la Santidad: hablar con Dios y hablar de Dios se puede hacer también realidad en tu vida, sabiendo que tenemos que contemplar para dar el fruto de lo contemplado y que nadie puede dar lo que no tiene.
Seamos esa tierra fértil dispuesta a dar siempre buenos frutos, frutos abundantes, pero tengamos también la sabiduría del labrador, que sabe que para poder tener buenas cosechas tiene que mimar la tierra, tratarla con cariño, dándole la vida en desvelos y trabajos, solamente así puede conseguir una respuesta generosa de ella, pero un labrador holgazán que siembra sin preparar la tierra, que no cuida de ella, que la abandona no podrá recoger gran cosa, su cosecha será ruinosa.
Estamos en un tiempo de crisis, pero no solamente económica, también de valores y de conocimientos, que seamos capaces en este tiempo de aplicarnos al conocimiento de Dios para salir de las otras crisis que nos oprimen.

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