viernes, 11 de mayo de 2018

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS VII DOMINGO DE PASCUA




El Señor anima y conforta a sus seguidores antes de subir al Padre.

“Galileos, ¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?, es la pregunta que hacen a los discípulos dos hombres vestidos de blanco, dos ángeles de Dios; y es la pregunta que nos siguen haciendo a cada uno de nosotros ya que la cuestión es para donde miramos nosotros. Si miramos al cielo por estar aguardando ese retorno anunciado o miramos para otra parte por haber perdido la fe, la esperanza en el encuentro, la esperanza en la Palabra proclamada.

Nuestro tiempo sin duda alguna es un tiempo de mucha incredulidad, de muchas dudas y muchos interrogantes, yo creo que las dudas y los interrogantes sobre la fe nos pueden ayudar a buscar con más acierto, pero esta incredulidad está haciendo de nuestra sociedad una sociedad vacía, sin metas, sin ilusiones, sin esperanzas. Antes la perspectiva del encuentro con el Resucitado, de su venida como Señor de todo y de todos daba seguridad, aplomo, confianza, pero este vivir sin esperanza, sin valores, sin ilusión ya que la idea del cielo se pierde para muchos en un malvivir, una especie de agujero negro que se traga las conciencias y el hombre pierde todo, pierde hasta su propia humanidad y se animaliza, por eso crecen las guerras, el terrorismo, la violencia de género, la violencia entre compañeros en las aulas que  tenía que ser el sitio de formación, de adquirir valores, de llenarse de ilusiones como cuando lees un libro que te apasiona y que deja de ser “algo” ajeno pues te atrae tanto que te involucras en la historia, formas parte de ella; pues eso pasa, al perder la fe dejas de involucrarte en las cosas de Dios y en la misma creación que todos por la fe estamos llamados a perfeccionar y mejorar, pero que al contrario nuestra sociedad va deteriorando y arruinando cada día más y más.

Por esto San Pablo insiste en desearnos a todos nosotros que Dios nos de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo y vivir en amor y esperanza y capacidad para valorar el don de la FE, que no es cualquier DON, sin FE todos los demás dones se caen de nuestras manos. Con la fe comienza nuestra aventura de creyentes. Aventura que no termina en una tumba, lleva a una eternidad feliz en el cielo.

En el Evangelio escuchamos las palabras de despedida del Señor dirigidas a sus discípulos. Son palabras para nosotros también, es su voluntad pero también es su mandato, no nos quiere pasivos en la vida, quiere discípulos activos que salgan a anunciar el evangelio, pero lo más importante quiere gente que sea capaz de salir de sí misma, esto es de nuestras comodidades, de nuestro yo, de nuestras cosas para llegar al otro, a aquel que nos necesita, o al que está deseando escuchar una buena noticia en medio de tanta desolación.

La ilusión para nosotros es el saber que antes de esta PARTIDA DEL SEÑOR él todo lo puso en manos de la IGLESIA y ahí entramos todos, todos formamos parte de ella, al menos todos tenemos la posibilidad de formar parte de ella, por eso ojo con no ser como algunos que dicen ser cristianos pero no creer o participar de la vida de la Iglesia. Cristo es la cabeza y la Iglesia su cuerpo, un cuerpo sin cabeza no es nada, una cabeza sin cuerpo tampoco. Cristo nos quiere, nos ama y nos necesita para prolongar su amor en el tiempo presente y nosotros le amamos y le necesitamos para recibir de él la acción constante del Espíritu Santo para cumplir con nuestra misión en este tiempo concreto que nos ha tocado vivir.

Feliz Domingo de Resurrección.

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