viernes, 21 de junio de 2019

EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO. CICLO C.




“Tomad, esto es mi cuerpo, esta es mi sangre”.

En la primera lectura del Génesis 14,18-20 Melquisedec, con pan y vino da un banquete a Abrahán -que ha salido victorioso en una guerra- y bendice al Dios Altísimo y a Abrahán. La liturgia toma hoy esta lectura como anuncio de la Eucaristía, el gran banquete de nuestra salvación. Nuestra victoria contra el mal y el pecado.

En la segunda lectura tomada de San Pablo a los Corintios, 11, 23-26, San Pablo nos trasmite lo que sabe procede del Señor, las Palabras de la Consagración, la celebración de la Eucaristía, el milagro más grande que diariamente se realiza en multitud de templos y que sin embargo, los hombres y mujeres de esta generación pasan de él, pasan de este milagro de amor, y muchos creyentes si les dijeras que se está apareciendo el Señor o la Virgen en un lugar concreto dejarían la Misa para ir a “ver” la aparición, cuando el milagro lo tenemos a cada instante a nuestro alcance, o acaso ¿puede el hombre contemplar milagro mayor que este?. 

Esto es mi cuerpo… Esta es mi sangre, que se entrega por vosotros, este es el milagro de amor, el mayor de los regalos. Y luego el mandato: “Haced esto en memoria mía”. San Pablo nos deja este testimonio que es incluso anterior a los Evangelios que tardarían algo más en completarse su redacción.

San Lucas, 9, 11b-17 en su Evangelio nos narra la multiplicación de los panes y los peces, anticipo y anuncio de la Eucaristía. Esta lectura nos tiene que llenar profundamente. No vivimos ese momento, ese milagro de la multiplicación de los panes, pero podemos vivir cada Misa como el mayor de los momentos y de los milagros que nutre nuestra alma, la vivifica, la ilumina, la llena de vida, del amor grande de Dios, actúa en cada Misa la Santísima Trinidad, es el Memorial del Señor Jesús, va dirigido a Dios Padre y actúa la fuerza santificadora del Espíritu Santo. Nos llena de su paz y de su gracia. Dejémonos llenar por Cristo que se nos entrega como banquete para que tengamos VIDA pero no una vida caduca, con una fecha de caducidad, la vida que Dios nos da en este admirable Sacramento es una VIDA PLENA, es parte de ese resorte de agua viva que salta hasta la vida plena que otros escucharon de su boca pero que nosotros experimentamos en cada celebración de la Santa Misa o de nuestra adoración al Santísimo Sacramento del Altar.

Tristemente vamos muy a menos, ya hemos perdido la tradición que recibimos y vivimos desde niños y que nos hablaba de tres JUEVES QUE RELIUCEN MÁS QUE EL SOL: Corpus Christi, Jueves Santo y la Ascensión. No dejemos entonces, ahora que lo celebramos en la mayor parte de España en Domingo que decaiga el fervor y la devoción, que por desgracia vemos como sí está decayendo. Concretamente en Granada, en la procesión del Corpus (fiesta mayor de Granada) antiguamente -hasta hace unos años- se hacían muchos altares que adornaban el recorrido del Santísimo Sacramento, se adornaba ese recorrido con preciosos “mosaicos” de colores y hoy en día creo que solamente ha contado el recorrido con apenas 4 altares, dejando de ser lo que era para ser parte del folclore. Falta el corazón, la viveza, la Gracia. Si no nos llenamos de esta Gracia de Dios ni siquiera esta precioso Sacramento a quien Santo Tomás dedicó tan preciosas palabras, pasará sin pena ni gloria ante los que acuden a ver la procesión como quien ve a la tarasca; que no decaiga la fe, que no decaiga.

Que este gran amor escondido en el pan y en el vino no nos deje fríos y desanimados, que sepamos llegar al Misterio que Cristo nos ha transmitido para que de verdad cambiemos en nuestra vida y seamos auténticos CRISTOS que se entregan por amor, por este amor que él nos da a amar a los pobres, los necesitados, afligidos, migrantes y tantos que esperan algo más de nosotros que vivimos en esta parte del mundo. Que sería de nosotros de haber nacido mucho más al Sur, pasando en mar, seguro que veríamos la vida de otra manera y comprenderíamos mejor que el Pan de la Eucaristía lo recibimos en la Sagrada Comunión, pero que esta Comunión se queda vacía, seca, sin vida si no se hace en verdad una común unión con los que necesitan del Señor, con los que claman a Dios por sus miserias, con los que esperan de Dios paz y justicia, pues Dios no está sordo a sus gritos de desesperación, Dios nos ha puesto a nosotros para solucionar en la medida de nuestras posibilidades sus problemas. No para que comulguemos, nos demos unos cuantos golpecitos en el pecho y marchemos a casa más que justificados pensando que ya hemos cumplido con Dios. El que no cumple con el prójimo difícilmente puede tener certeza de haber cumplido don Dios.

Hermanos, que paséis un feliz Domingo día del Señor y que el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús nos vivifique para ser auténticos cristos en este siglo XXI.



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