martes, 5 de julio de 2011

LA LARGA Y PROFUNDA LENTITUD DEL TERRAL EN MÁLAGA


Benedicto, el Papa más sincero y más intimo

Hemos llegado a un tiempo donde todo es profundamente más lento, mucho más lento, el verano.
 Caminamos por la calle mascando el profundo cansancio de este bochornoso calor que nos aplasta.
Si el calor ya de por sí es aplastante, la experiencia de Málaga con su típico terral es casi infernal. Menos mal que son tres días. No apetece ni siquiera sacar la cabeza por la ventana para comprobar la intensidad del calor. Caminar de casa a la iglesia o de la iglesia a casa es una aventura, cruzando calles para encontrar callejuelas, que aunque sabiendo que es un camino más largo te aseguran una siempre agradecida sombra. Y lo curioso es que cuando entras en la iglesia de Santo Domingo te da una sensación de frescor, aunque un día sin el terral aguantar tres horas dentro de Santo Domingo te parece una experiencia sumamente desagradable, los ventiladores no sofocan el calor y el sudor se torna como la reacción desagradable de tu estancia en el templo. Las señoras tendrán que terminar agotadas durante la media hora que dura la misa, con su abanico refrescante.
Ante esta  situación sofocante apetecería estar metido siempre en casa, pero hay otras soluciones para enfrentarnos a este calor.
La más común en aquellos que pueden, los que tienen la suerte de ser ricos en tiempo de crisis es bajar con su toallita a la piscina y darse algún que otro chapuzón en el agua fresca. Porque la playa no es que apetezca demasiado en un día de terral.
Otra solución es meterte en un centro comercial, que ya de entrada te da la sensación de entrar en el paraíso, y ver escaparates y escaparates que te meten por los ojos cientos de miles de productos apetitosos todos y que a la larga te hacen regresar de nuevo a la situación de crisis que vivimos, ver se puede ver, pero comprar es otra cosa.
Otra opción es sacar partido de esta lentitud del calor y dejarte introducir sentado en una butaca en la plácida costumbre de la lectura, donde la compañía de un buen libro teniendo cerca un ventilador para que te refresque puede hacer que pases de esta melancolía del terral a la refrescante satisfacción que te puede ofrecer la lectura.
El tiempo que vivimos es un tiempo muy rápido, siempre se nos ha presentado como algo muy negativo perder el tiempo, pero querer vivir tan deprisa no es buena solución al menos para la salud.
Intenta descubrir en estos días de calor el frescor que Benedicto XVI te ofrece en el libro “Nadar contra corriente” de Planeta.



Santo Domingo de Guzmán vivió rápido siempre, pero siempre sacó tiempo para meditar y orar.
Que saquemos nosotros ese tiempo para nuestra meditación, para la oración, nuestro encuentro
con el Señor.

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